Hola a todos:
Os dejo aquí el artículo que quizás sea el que haya escrito con mas cariño de todos. Mi norte no fue la caza sino mi sobrina Anita. Como todo está en el texto creo que no es necesario decir nada mas excepto que lo tenéis en scanner de Federcaza y a continuación en texto normal para los que solo miréis el móvil.
Desde aquí mi agradecimiento a Jose María Garcia, director de Federcaza, y a mi gran amigo Félix Sanchez (Blog Monteros, Webmaster de la AER, etc.), sin cuya colaboración esta entrada no hubiera sido tan cuidada.
Gracias, buena caza y sed felices.
Lolo
La pequeña montera que vino del frío.
Texto y fotos: Manuel Mialdea Lozano
Montero-a: Persona que busca y persigue la caza
en el monte, o la ojea hacia el sitio en que la
esperan los cazadores.
Érase una familia de viejos monteros cuyas ramas se estaban secando cuando Anita, traída con el viento del infinito amor de sus padres, nos llegó un día de más allá del muro de hielo. Dado que ellos no podían tener hijos, emprendieron una autentica odisea por Rusia, fruto de la cual llegó primero Rafa y después nuestra Ana desde Sarátov, a orillas del inmenso Volga y rubia como los trigales de la estepa.
Apareció en España muy mermada y delgada como una sílfide. Hubo de sufrir tratamientos y varias operaciones, pero jamás se le agriaron las maneras. Os prometo que es un Ángel, cariñosa y divertida. ¡Hace falta tener mucho carácter y bondad en el alma!
Rafa Sánchez y Anabel Mialdea, sus padres, le inculcaron los valores de la caza, el respeto por los animales y el campo, y rápidamente desarrolló un amor a todo bicho viviente fuera de lo común, pero entendió desde el principio que eso no estaba reñido con la caza. Aprendió a montar desde muy niña de la mano de su prima Maribel, extraordinaria amazona y mejor persona que por desgracia se nos fue antes de tiempo.
Personalmente a ella le debo tener conmigo a Guzmán, mi perro, y con ella compartí muchas jornadas a zorzales y me cabe el honor de hacerla vivir su primera montería de banderas donde cobramos una preciosa collera de venados. En Las Mesas, claro, y sin el más mínimo sentimiento de culpa, con naturalidad.
Menudeó su trato con guardas y perreros (perdón pero así los llamamos aquí, que no podenqueros) con los que trabó amistad y sintió admiración por el oficio. Sin que nadie le dijera nada, supo que ellos son los auténticos protagonistas y los canes el alma de la montería. Su donaire cuando hace el desfile con las rehalas por el centro de Córdoba es, simplemente, increíble. Con sus zahones, coleto y caracola, ¡toma ya!
Hubo de sufrir acoso por parte de esta sociedad canalla y asfaltaria puntualmente, muy especialmente de quien por falta de malicia no cabría esperarlo. Niños, y niñas, pobres infortunadas que nunca sabrán de la felicidad que da el contacto real con la naturaleza de verdad, no la de Bambi y el Rey León, y qué demonios, supo defenderse y contestar con palabras sabias.
Bregó con todos los bichos habidos y por haber, muy especialmente con los perros por los que siente verdadera pasión más que por la cacería en sí. Monteando, cada vez que las rehalas nos cumplían al paso, aquello pasaba a ser una fiesta de lametones y abrazos. Yo perdía hasta la debida atención, pero no me importaba. Ni el más fiero de los alanos se mostraba remiso a su contacto. Llegué a pasar miedo y los perreros admiración.
Y, queridos lectores, vamos llegando al momento en que he aceptado el reto de volver a escribir públicamente. Ella decidió entrar a montear con los perros y lo ha hecho, según nos contaba a unos y otros, en un mundo de nuevas sensaciones que ella describía, sobre todo en el momento de la suelta, como de una gran emoción.
Anita ya había visto muchas veces a los perros monteando, pero claro, eso de abrir las puertas de las furgonetas una tras otra, el salir de los canes excitados, en tropel e intentando orientarse. Las voces y pequeñas carreras de los perreros en dirección a la mancha y el primer revoloteo de rabos blancos enhiestos y trasluzones acanelados en los primeros metros dentro de la mancha, debió ser como un bombazo de adrenalina para su carácter de niña amante de los animales. Caray, lo sigue siendo para mí tras 59 años monteando, ¡¿qué no sería para ella?! Más no habían terminado los momentos intensos ni mucho menos.
Anita cazaba bajo el cuidado de Manolo, nuestro guarda, pero en modo alguno iba de la mano. Con sus pequeños zahones rompía monte como cualquiera, entonces, llegados a la altura de lo más umbrío de Valdemilanos, un cochino de buen porte se aculó contra un troco y cubierto por las ramas de su propia cama. (Lo digo así de claro porque está filmado y es gran pena que no podáis verlo). Formose un revoloteo de perros y tintinear de muchas campanillas alrededor, centrados en el olor cercano y fue entonces cuando Manolo exclama:
-¡Esta ahí el cochino, míralo! ¿Pero qué hace ahí el marrano ese?
Y se ve que por fin cómo un perro verdino con un medio peto colorao, se frena, se fija y se tira como un león en busca de la jeta, y con él varios podencos blancos. ¿Y qué hace nuestro valiente jabalí? Pues que se va derecho al grupo de gente que tanto le incordia.
-A mí no me piséis el terreno. Paradme ahora, debió pensar, y se echó a la espalda al del peto mientras arrollaba a los podencos y cargaba directamente. Entre un meneo de la cámara se oye decir a Manolo mientras casi lo tumba.
-¡Me cago en tu puta madre! ¡Ahí va el cochino patrás, nene, derecho al venero! (sic)
¿Y nuestra Anita? ¿Qué era de muestra pequeña montera venida del frio? Pues allí estaba, pegadita al guarda, comiéndose toda la barahúnda. Hago un aquí un inciso para narraros lo que me contó nada más vernos en la merienda mientras me enseñaba el vídeo. Asombrado le pregunté:
-Coñe, Ana, y tú qué hiciste?
- Yo que sé. Eché los brazos arriba buscando una rama pero no había ninguna. Estaba muerta de miedo y ya solo sí que me caí por las piedras abajo, me contestó.
No me imagino mayor momento de ansiedad y terror en una chica de 14 años viéndose acometida por 70 kg. de marrano jabalí.
Tengo que decir que donde pasó todo hay mucha pendiente y varios peñascos de más de un metro que se derraman ladera abajo. Encima al día anterior había llovido. Hasta donde llegó por el pecho aquel, no lo sé. Lo que sí puedo afirmar es lo que me contó su madre un par de jornadas después.
-Todos quisieron ayudarla alargándole la mano para que gateara arriba de las piedras pero ella no aceptó el capote que se le brindaba. Ágil como es subió como pudo pero solita y sin una lagrima aunque me la imagino pálida.
Para terminar os contaré que cuando llegaron al puesto de su padre, este le dijo que se quedara con él, que ya estaba bien.
-No papá, yo remato con los perros.
Compañeros monteros, ¿os dais cuenta todo lo que encierra esta frase? Cansada y dolorida tenía claro que había que terminar el trabajo y echar una mano en lo que fuera menester y sé que es muy capaz de ello porque ya me estuvo ayudando a llevar perros heridos a los camiones hace dos años.
Cómo ya se me acaban las palabras y no quiero parecer pedante ni zalamero con mi sobri, pero os diré que me he limitado a contar los hechos, a veces de forma literal y otras imaginando lo que yo sentí la primera vez, pero esta es una narración verídica, quizás con ramalazos del cariño que le tengo, pero tan verdad como Anita misma. ¡Grande, muy grande mi pequeña montera!
PD: Ya su ultimo merito ha sido aprobar el primer examen de cazador fallando solo 3 de 36 preguntas. Pronto a por el permiso de armas. Sigue así, mi niña
Lolo Mialdea, Córdoba, 17 de noviembre 2022.
Biografía
Manuel Benito Mialdea Lozano, Córdoba 1958.
Cobró su primera res en montería en 1973, por lo que es considerado y reconocido a nivel nacional como “Montero Viejo”, uno de aquellos que disfrutan la montería entendida desde los viejos cánones.
Es una persona de la que alguien dijo que “todos hablan bien” de él en este mundillo de la montería. Es seguro un personaje entrañable y un narrador que cautiva. No en vano lleva viviendo este arte venatorio 56 años.
Articulista de las revistas Caza Mayor, Trofeo y otras muchas en formato digital. A su primer libro, “Cuarenta años monteando narrados en primera persona”, (Rayego 2011), prologado por el Maestro Mariano Aguayo, le siguió “La Montería Española” (Edit. América Ibérica 2011) y su tercer y por ahora último libro “Desde el 2 de los Caserones” (Rayego 2017), prologado por el articulista cinegético Félix Sánchez Montes.