He de confesar que el antiguo dicho que titula esta entrada siempre me ha desconcertado. ¿Qué demonios nos aconseja? ¿Que salgamos a palomas si o si con los planchazos que todos nos hemos llevado? Además, ¡Que demonios!, si ya salimos impenitentes año tras año. Verdaderamente no conozco aficionados más desquiciados que los palomeros... a excepción de los del perdigón, que a esos hay que echarles de comer aparte. ¡Que bendita afición, Dios mío! En fin. Además estamos a muy pocos días vista de la apertura: ¿Es el momento de que leáis esto!
La génesis de esta historia que nos cuenta Paco Aguilera, lucentino de casta, y como me fue contada, a golpes de mails, da para acabar más loco que un zimbelero tironeando la guita hasta a los abejarucos. No había manera de poner orden ni concierto en esta cascada de anécdotas... pero aun así me fue enganchando con su mezcla de ilusiones, picaresca, gamberradas, engaños, sorpresas y... triunfo final.
Solo espero que os guste tanto como a mi. Imaginad a Paco contando este batiburrillo de burradas al amor de la sombra y el sabor dulzón de una higuera entre tirada y tirada. Creo que las carcajadas se oirían donde da la vuelta el aire.
No me enrollo más y vámonos de palomas...aunque no comas.
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Recibid un cordial abrazo y besitos para las señoras.
Lolo Miadea
PD: He de confesaros que no he tenido paciencia y que ya tengo mi pareja de repes en la puerta. ¡Es que estamos locos!
Buen relato y... pobre Tomasito!!!
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