Amigos de mi blog.
En enero pasado inicié mi andadura como colaborador de la revista CAZA MAYOR con un extenso y muy bien maquetado articulo sobre el comienzo de la temporada de un grupito de amigos a la zona montera de Aroche. Allí nos encontramos con otros monteros - varios ya compañeros del año anterior - e iniciamos lo que he venido a denominar "EXPEDICIÓN" ya que para muchos de nosotros lo fue. ¡Cuando lean el artículo lo entenderán!
Más como la prensa escrita tiene sus lógicas servidumbres de espacio, la parte en que Eladio Manuel Jodar nos contaba el lance con su magnifico venado "de lo abierto", así como la poesía escrita por su compañero de puerta, Bernardo Almonacid, tuvo a bien regalarnos (no se asusten, lectores, con lo de poesía, no se arrepentirán leyéndola), aprovecho mi blog para que todo quede en su sitio.
Con mis buenos amigos arocheños Rafael Dominguez y Oliver
No creo necesario extenderme con esta entradilla y aburriros de paso. La chicha esta dentro. Simplemente os pido que leáis lo que nos aportan nuestros dos amigos y luego entrad en el artículo escaneado con solo pinchar AQUÍ.
NARRACIÓN DE ELADIO.
Eladio
“Nuestro puesto, el 6 de la Rivera, estaba
ubicado, como su nombre indica, en un alto por encima de la Rivera – que así
llaman a los ríos allí - y nuestro postor, Rafael,
nos advirtió que la querencia de las reses era la mancha de monte fuerte que
teníamos a nuestras espaldas - denominada Las Peñas - y que estuviésemos muy
atentos pues las reses cruzarían el río a nuestros pies y antes de darnos
cuenta estarían a nuestra espalda y fuera de tiro. Parece que sus palabras
serían premonitorias de uno de los tres lances que disfrutamos.
Una vez instalados en nuestra puerta y cargado el
rifle, por cierto un express que pretendíamos estrenar, acordamos que cada uno
dispondría de la opción de tiro durante una hora si antes no había tirado.
Como es mi costumbre deje elegir a mi
compañero, que prefirió que fuese yo el primero en hacerlo si llegaba el caso.
A nuestro frente empezaron a menearse unas ciervas
pero fuera de tiro, y que durante toda la jornada no se movieron del sitio. Si
las inquietaban los perros daban una carrera y lo perdían maroteándose, y así
toda la mañana, por lo cual no dejamos de estar alerta.
Un poco después Berardo llama mi atención sobre una res que zorreada entra a
nuestro frente a tiro y que yo, por el sitio que ocupo, todavía no había
localizado. Me voy con ella pero al
estar un tanto alejada no la distingo con claridad. Unas veces me parece un
cierva, otras un venado deforme, como al final se confirmó. En fin, que decido tirar y meto el punto rojo de
mi holográfico en el codillo de la res y disparo. Al tiro la res da el típico salto de carnero,
las cuatro patas en el aire y encogida,
clásico del tiro de codillo, como la pierdo de vista pienso que se ha quedado
en el sitio y abro mi rifle y procedo tranquilamente a cambiar el cartucho
usado. Entonces me sobresalta un grito
de Bernardo: ¡Eladio, Eladio,
repite, que se te va! Corro hacia el lugar donde me reclama y veo pasar vi
venado "muerto" correr a todo meter por el lecho del río y sin
posibilidad de repetir el disparo, cosa que si hace nuestro vecino de la
izquierda, el 7, y poco después otros dos tiros más lejanos que adjudicamos al
8 de la armada. Por lo visto ha escapado.
Como resulta lógico nos ponemos a comentar cómo se
me puede ir una res parada a 80 metros, y cómo, sin saber el resultado del
disparo, me pongo a recargar. La explicación bien sencilla: Exceso de confianza
que me ha costado una res y me ha enseñado que en montería y con las reses,
nada esta terminado hasta que la cobras. Cada día aprendes algo del campo y sus
habitantes.
Cambio de tirador ahora: Será Bernardo el que
disponga de su oportunidad si es que las reses y la fortuna así lo quieren, pero
con el tiroteo que se escucha en la mancha, no dudamos que tendrá su
oportunidad.
Y la misma no se hizo esperar: Suena el seco
trallazo de un rifle en el puesto del vecino de nuestra izquierda, el 7. No se
escucha nada más y nos quedamos muy atentos. Comentamos en voz baja que o se a quedado con ella o
pronto tendríamos que ver de que res se trata, y efectivamente, ante nuestra
vista y todavía lejos, al otro lado del río, aparece un bonito guarro que sin
excesiva prisa pero sin pausa se nos acerca: ¡Déjalo que se mejore!, le susurro a Bernardo, que ya
le tiene el punto rojo metido, y cada vez mas cerca y mejor. Yo insisto:
¡Déjalo que se nos va a meter en los pies! Él no deja de llevarlo apuntado.
Efectivamente el guarro cruza el río y, con toda su fuerza, se nos mete encima
buscando la mancha que tenemos a nuestra espalda. Yo, en mi imaginación, ya lo
estoy viendo dar la voltereta a nuestros pies. Suena el disparo del 9,3x74R
como un cañonazo y ¡¡horror!!, el guarro sigue indemne su carrera mientras Bernardo
corre ladera arriba a cortarlo y pararlo con el segundo tiro, pero como casi
siempre sucede con los cochinos, que hacen lo que menos esperas, en vez de seguir el seguro y tapado regato
arriba, da un quiebro y se pierde por un claro sin protección y por nuestra
derecha. Lo impensable, y es que nunca se deja de aprender.
Vuelta e empezar. Esta vez Bernardo dice: ¿Como he
podido fallar ese guarro, si lo tenia muerto desde que salio?, que si tenía que
haber tirado antes, que si he corrido la mano demasiado. Total, que nos
consolamos mutuamente y dijimos para nuestro capote: ¡Pues desde luego no lo
estamos pasando nada mal! Emociones si que llevamos vividas y quizás eso sea lo
mas importante.
Pero todavía es pronto y queda mucha montería.
Echamos un bocado - las penas, ya se sabe con pan son menos penas - y nuevo
cambio de tirador.
En lo mas alto de la cuerda que tenemos enfrente
aparecen los perreros con sus rehalas y al poco de empezar a descender la
empinada ladera gritan: ¡Ahí van los venaos!
Por mucho que intentamos ver algo nos resulta imposible. Hay mucha
distancia y mucho monte, pero resulta emocionante el buen trabajo de los perros
y los disparos de varias armadas que confirman que en la ladera había muchas
reses. Transcurre el tiempo, se acallan las ladras y dejan de sonar las
detonaciones. Esto parece que va tocando a su fin, comentamos, y nos consolamos
reviviendo los lances que hemos vivido, lo que nos produce, quizás, un cierto
relajo tanto físico como mental.
Pero la diosa fortuna todavía quería regalarnos
algo más.
Siempre tengo la costumbre de no bajar la guardia
ni despistarme de lo que pasa en la mancha hasta que no descargo y enfundo el
arma, y en uno de los vistazos en que estoy recorriendo el ancho cauce de la
rivera, y como si de una aparición se tratase, sin ningún ruido delator,
aparece ante mi sorprendida vista las puntas superiores de la cuerna de un
venado. Bernardo está a mi espalda y no lo ha visto. Le susurro: ¡No te muevas,
un venao!, y de pronto irrumpe en la escena un cervuno que de un poderoso salto
pasa del río a la nuestra ladera, a menos de 10 m. de nuestra postura. No tempo tengo de mirar como es. Encaro el
rifle, le pongo el punto en la parte del cuerpo que me ofrece, el pecho, y
disparo. Lo veo correr paralelo a nosotros trastabillando, y como no me fió
tras lo sucedido por la mañana, le largo el segundo que lo derriba
definitivamente. Todavía no sabemos que decir porque todo ha sido tan rápido
que, con el venado en el suelo solo, solo se nos ocurre darnos un fuerte abrazo
y comentar la suerte que hemos tenido al estar atentos. ¡Si nos
despistamos se nos hubiera colado sin enterarnos!
Y a todo esto le preguntó a Bernardo: ¿Cómo es el
venado?, y el que lo ve mejor desde su posición me dice que no parece malo, que
tiene 8 o 10 puntas.
Al rato aparece nuestro postor Rafael,
nuestro querido amigo, y nos pregunta:
¿de quien es este venao?, y le respondemos que nuestro, que acabamos de
abatirlo, y nos comenta… ¿pero habéis visto el Venao?, a lo que respondemos
saliendo a la carrera en su busca, y al llegar la sorpresa es tremenda. Es
espectacular, una verdadera preciosidad de 14 puntas perfectas y muy alto de
cuernas, oscuro y algo veleto. El primer tiro estaba en la base del cuello y
era más que suficiente pero…
Abrazos, felicitaciones, y a ayudar a llevarlo al
cargadero.
Un día feliz y entre amigos. ¿Se puede pedir algo
más? Y además estrenamos el express como se merecía.
PD: Con mi agradecimiento a mi hermano Lolo, que
hizo posible que fuésemos juntos, de nuevo, a otra montería.
Gracias hermano, a ti y a todos nuestros queridos
amigos presentes”.
POESÍA DE BERNARDO
Bernardo Almonacid y Eladio Jodar
A la una de la tarde.
Era la una en punto de la
tarde.
Coronas y candiles de
hierro vieron
a la una de la tarde.
Asomar por el 4 de la
Rivera del Aserradero
a la una de la tarde.
Embestida de ciervo bravo
a la una de la tarde.
Partiendo el suelo viene
a la una de la tarde.
Golpes y pezuñas que nos hacen
temblar
a la una de la tarde.
Cuernos que tronchan
corchos y cornizos del Chanza
a la una de la tarde.
Estocada de plomo en mitad
del alma
a la una de la tarde.
Clavan catorce puntas en
el suelo
a la una de la tarde.
Puntas que orgullosas
pinchaban el humo
a la una de la tarde.
Sacian el pecho del
cazador montuno
a la una de la tarde.
Ya no esta, ya se ha ido
a la una de la tarde.
Ha sido dulce el tiro
a la una de la tarde.
Ya no hay rugidos en Aroche
a la una de la tarde.
A la una de la tarde.
A la una en punto de la
tarde.
No
he podido evitar apoyarme en “la cogida y la muerte” de Lorca, para relatar el
lance a la vez que intentar expresar el sentir de que fui participe, junto a mi
amigo Eladio cuando abatió un precioso venado de 14 puntas de dos certeros
tiros, a la una de la tarde, en Aroche. Me lo pedía el cuerpo y así he hecho.
Tras fallar estrepitosamente un hermoso cochinete que me entró franco y de cara
a nuestra puerta, Dios nos quiso regalar este precioso lance. El segundo tiro
sin duda pudo sobrar. Quiso la casualidad que la muerte se presentara en el
mismo momento de recibir el segundo tiro. Yo lo vi perfectamente. El primer
tiro le partió el corazón, pero en su bravura, el ciervo siguió corriendo sin
saber que ya estaba muerto. Pero quiso Eladio asegurar la ausencia de cualquier
sufrimiento y volvimos a escuchar la melodía que su precioso Express Pietro
Zanardini 9.3x74 que volvió a impactar de forma certera, interrumpiendo su
carrera y certificando su muerte instantánea.
Por mi parte y como siempre, recibid un fuerte abrazo y besos para las señoras.
Lolo Mialdea
lolomialdea@gmail.com
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