Manuel Mialdea Lozano
Bienvenido a mi Blog. Un pequeño espacio donde compartir nuestra común afición a la caza y al campo. Gracias por visitarme

miércoles, 12 de febrero de 2014

EXPEDICIÓN A AROCHE

Amigos de mi blog.

En enero pasado inicié mi andadura como colaborador de la revista CAZA MAYOR con un extenso y muy bien maquetado articulo sobre el comienzo de la temporada de un grupito de amigos a la zona montera de Aroche. Allí nos encontramos con otros monteros - varios ya compañeros del año anterior - e iniciamos lo que he venido a denominar "EXPEDICIÓN" ya que para muchos de nosotros lo fue. ¡Cuando lean el artículo lo entenderán!



Más como la prensa escrita tiene sus lógicas servidumbres de espacio, la parte en que Eladio Manuel Jodar nos contaba el lance con su magnifico venado "de lo abierto", así como la poesía escrita por su compañero de puerta, Bernardo Almonacid, tuvo a bien regalarnos (no se asusten, lectores, con lo de poesía, no se arrepentirán leyéndola), aprovecho mi blog para que todo quede en su sitio.

                       Con mis buenos amigos arocheños Rafael Dominguez y Oliver

No creo necesario extenderme con esta entradilla y aburriros de paso. La chicha esta dentro. Simplemente os pido que leáis lo que nos aportan nuestros dos amigos y luego entrad en el artículo escaneado con solo pinchar AQUÍ.



NARRACIÓN DE ELADIO.

                                                               
                                                                           Eladio

“Nuestro puesto, el 6 de la Rivera, estaba ubicado, como su nombre indica, en un alto por encima de la Rivera – que así llaman a los ríos allí - y nuestro postor, Rafael, nos advirtió que la querencia de las reses era la mancha de monte fuerte que teníamos a nuestras espaldas - denominada Las Peñas - y que estuviésemos muy atentos pues las reses cruzarían el río a nuestros pies y antes de darnos cuenta estarían a nuestra espalda y fuera de tiro. Parece que sus palabras serían  premonitorias de uno de los tres lances que disfrutamos.
Una vez instalados en nuestra puerta y cargado el rifle, por cierto un express que pretendíamos estrenar, acordamos que cada uno dispondría de la opción de tiro durante una hora si antes no había tirado. Como  es mi costumbre deje elegir a mi compañero, que prefirió que fuese yo el primero en hacerlo si llegaba el caso.
A nuestro frente empezaron a menearse unas ciervas pero fuera de tiro, y que durante toda la jornada no se movieron del sitio. Si las inquietaban los perros daban una carrera y lo perdían maroteándose, y así toda la mañana, por lo cual no dejamos de estar alerta.
Un poco después Berardo llama mi atención sobre una res que zorreada entra a nuestro frente a tiro y que yo, por el sitio que ocupo, todavía no había localizado. Me  voy con ella pero al estar un tanto alejada no la distingo con claridad. Unas veces me parece un cierva, otras un venado deforme, como al final se confirmó. En  fin, que decido tirar y meto el punto rojo de mi holográfico en el codillo de la res y disparo. Al  tiro la res da el típico salto de carnero, las  cuatro patas en el aire y encogida, clásico del tiro de codillo, como la pierdo de vista pienso que se ha quedado en el sitio y abro mi rifle y procedo tranquilamente a cambiar el cartucho usado. Entonces  me sobresalta un grito de Bernardo: ¡Eladio, Eladio, repite, que se te va! Corro hacia el lugar donde me reclama y veo pasar vi venado "muerto" correr a todo meter por el lecho del río y sin posibilidad de repetir el disparo, cosa que si hace nuestro vecino de la izquierda, el 7, y poco después otros dos tiros más lejanos que adjudicamos al 8 de la armada. Por lo visto ha escapado.
Como resulta lógico nos ponemos a comentar cómo se me puede ir una res parada a 80 metros, y cómo, sin saber el resultado del disparo, me pongo a recargar. La explicación bien sencilla: Exceso de confianza que me ha costado una res y me ha enseñado que en montería y con las reses, nada esta terminado hasta que la cobras. Cada día aprendes algo del campo y sus habitantes.
Cambio de tirador ahora: Será Bernardo el que disponga de su oportunidad si es que las reses y la fortuna así lo quieren, pero con el tiroteo que se escucha en la mancha, no dudamos que tendrá su oportunidad.
Y la misma no se hizo esperar: Suena el seco trallazo de un rifle en el puesto del vecino de nuestra izquierda, el 7. No se escucha nada más y nos quedamos muy atentos. Comentamos  en voz baja que o se a quedado con ella o pronto tendríamos que ver de que res se trata, y efectivamente, ante nuestra vista y todavía lejos, al otro lado del río, aparece un bonito guarro que sin excesiva prisa pero sin pausa se nos acerca: ¡Déjalo  que se mejore!, le susurro a Bernardo, que ya le tiene el punto rojo metido, y cada vez mas cerca y mejor. Yo insisto: ¡Déjalo que se nos va a meter en los pies! Él no deja de llevarlo apuntado. Efectivamente el guarro cruza el río y, con toda su fuerza, se nos mete encima buscando la mancha que tenemos a nuestra espalda. Yo, en mi imaginación, ya lo estoy viendo dar la voltereta a nuestros pies. Suena el disparo del 9,3x74R como un cañonazo y ¡¡horror!!, el guarro sigue indemne su carrera mientras Bernardo corre ladera arriba a cortarlo y pararlo con el segundo tiro, pero como casi siempre sucede con los cochinos, que hacen lo que menos esperas,  en vez de seguir el seguro y tapado regato arriba, da un quiebro y se pierde por un claro sin protección y por nuestra derecha. Lo impensable, y es que nunca se deja de aprender.
Vuelta e empezar. Esta vez Bernardo dice: ¿Como he podido fallar ese guarro, si lo tenia muerto desde que salio?, que si tenía que haber tirado antes, que si he corrido la mano demasiado. Total, que nos consolamos mutuamente y dijimos para nuestro capote: ¡Pues desde luego no lo estamos pasando nada mal! Emociones si que llevamos vividas y quizás eso sea lo mas importante.
Pero todavía es pronto y queda mucha montería. Echamos un bocado - las penas, ya se sabe con pan son menos penas - y nuevo cambio de tirador.
En lo mas alto de la cuerda que tenemos enfrente aparecen los perreros con sus rehalas y al poco de empezar a descender la empinada ladera gritan: ¡Ahí van los venaos!  Por mucho que intentamos ver algo nos resulta imposible. Hay mucha distancia y mucho monte, pero resulta emocionante el buen trabajo de los perros y los disparos de varias armadas que confirman que en la ladera había muchas reses. Transcurre el tiempo, se acallan las ladras y dejan de sonar las detonaciones. Esto parece que va tocando a su fin, comentamos, y nos consolamos reviviendo los lances que hemos vivido, lo que nos produce, quizás, un cierto relajo tanto físico como mental.
Pero la diosa fortuna todavía quería regalarnos algo más.
Siempre tengo la costumbre de no bajar la guardia ni despistarme de lo que pasa en la mancha hasta que no descargo y enfundo el arma, y en uno de los vistazos en que estoy recorriendo el ancho cauce de la rivera, y como si  de una aparición se tratase, sin ningún ruido delator, aparece ante mi sorprendida vista las puntas superiores de la cuerna de un venado. Bernardo está a mi espalda y no lo ha visto. Le susurro: ¡No te muevas, un venao!, y de pronto irrumpe en la escena un cervuno que de un poderoso salto pasa del río a la nuestra ladera, a menos de 10 m. de nuestra postura. No  tempo tengo de mirar como es. Encaro el rifle, le pongo el punto en la parte del cuerpo que me ofrece, el pecho, y disparo. Lo veo correr paralelo a nosotros trastabillando, y como no me fió tras lo sucedido por la mañana, le largo el segundo que lo derriba definitivamente. Todavía no sabemos que decir porque todo ha sido tan rápido que, con el venado en el suelo solo, solo se nos ocurre darnos un fuerte abrazo  y comentar la suerte que hemos tenido al estar atentos. ¡Si nos despistamos se nos hubiera colado sin enterarnos!
Y a todo esto le preguntó a Bernardo: ¿Cómo es el venado?, y el que lo ve mejor desde su posición me dice que no parece malo, que tiene 8 o 10 puntas. 
Al rato aparece nuestro postor Rafael, nuestro  querido amigo, y nos pregunta: ¿de quien es este venao?, y le respondemos que nuestro, que acabamos de abatirlo, y nos comenta… ¿pero habéis visto el Venao?, a lo que respondemos saliendo a la carrera en su busca, y al llegar la sorpresa es tremenda. Es espectacular, una verdadera preciosidad de 14 puntas perfectas y muy alto de cuernas, oscuro y algo veleto. El primer tiro estaba en la base del cuello y era más que suficiente pero…
Abrazos, felicitaciones, y a ayudar a llevarlo al cargadero.
Un día feliz y entre amigos. ¿Se puede pedir algo más? Y además estrenamos el express como se merecía.

PD: Con mi agradecimiento a mi hermano Lolo, que hizo posible que fuésemos juntos, de nuevo, a otra montería.

Gracias hermano, a ti y a todos nuestros queridos amigos presentes”.


POESÍA DE BERNARDO



                                                      Bernardo Almonacid y Eladio Jodar

A la una de la tarde.                                  
Era la una en punto de la tarde.
Coronas y candiles de hierro vieron
a la una de la tarde.
Asomar por el 4 de la Rivera del Aserradero
a la una de la tarde.
Embestida de ciervo bravo
a la una de la tarde.
Partiendo el suelo viene
a la una de la tarde.
Golpes y pezuñas que nos hacen temblar
a la una de la tarde.
Cuernos que tronchan corchos y cornizos del Chanza
a la una de la tarde.
Estocada de plomo en mitad del alma
a la una de la tarde.
Clavan catorce puntas en el suelo
a la una de la tarde.
Puntas que orgullosas pinchaban el humo
a la una de la tarde.
Sacian el pecho del cazador montuno
a la una de la tarde.
Ya no esta, ya se ha ido
a la una de la tarde.
Ha sido dulce el tiro
a la una de la tarde.
Ya no hay rugidos en Aroche
a la una de la tarde.
A la una de la tarde.
A la una en punto de la tarde.

No he podido evitar apoyarme en “la cogida y la muerte” de Lorca, para relatar el lance a la vez que intentar expresar el sentir de que fui participe, junto a mi amigo Eladio cuando abatió un precioso venado de 14 puntas de dos certeros tiros, a la una de la tarde, en Aroche. Me lo pedía el cuerpo y así he hecho. Tras fallar estrepitosamente un hermoso cochinete que me entró franco y de cara a nuestra puerta, Dios nos quiso regalar este precioso lance. El segundo tiro sin duda pudo sobrar. Quiso la casualidad que la muerte se presentara en el mismo momento de recibir el segundo tiro. Yo lo vi perfectamente. El primer tiro le partió el corazón, pero en su bravura, el ciervo siguió corriendo sin saber que ya estaba muerto. Pero quiso Eladio asegurar la ausencia de cualquier sufrimiento y volvimos a escuchar la melodía que su precioso Express Pietro Zanardini 9.3x74 que volvió a impactar de forma certera, interrumpiendo su carrera y certificando su muerte instantánea.


Por mi parte y como siempre, recibid un fuerte abrazo y besos para las señoras.
Lolo Mialdea
lolomialdea@gmail.com

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