Hoy os traigo el artículo que publiqué en TROFEO en diciembre pasado titulado UN LANCE DE REMATE. Yo lo nombré como "Un día para no olvidar" y con razón lo cambiaron en la redacción pues no hacía referencia para nada a la caza, pero es que para mi fue eso, un día para no olvidar.
Por otra parte y dado que no soy capaz de escanear con la fidelidad y tamaño necesarios para leer con comodidad, he añadido al final el texto directamente del documento original, si es que consigo encuadrarlo debidamente. Soy un total inútil para la informática.
También he de dejar claro que este relato lo entresaqué de uno de los capítulos de mi próximo libro de editaré con el título de "Desde el 2 de Los Caserones", pero eso será cuando termine de vender "40 años monteando narrados en primera persona". Desde aquí os animo a haceros con alguno de los ejemplares que me quedan. Con escribirme a mi correo lolomialdea@gmail.com y os informaré de las últimas condiciones de compra, sumamente ventajosas.
Y aquí el prometido texto original
(Alcornocosas 26
de febrero de 1995)
Mi cumpleaños, ¡Valla tela!
Decidió Horacio cortar la montería de una manera muy rara, y es que con
una finca así uno puede hacer filigranas, y como la Loma permanecía abierta
decidí volver a mis comienzos en aquella casa y ponerme en el paso donde solía
los primeros años, el numerado como 14 de la Loma de la Higuera y en la misma
compañía de entonces, junto a Isa, que grabó el lance, y Rafa Cadenas. ¡Todo un
lujo!
Llevaba porteando desde que me casé un extraordinario cuchillo de monte
regalo de los hijos de Gabino, nuestro Guarda. Se trata de una verdadera obra
de arte: Cruceta de plata maciza con un venado repujado a cada lado y
empuñadura de asta de venado, igualmente grabada por un lado con un venado
acosado por perros y un cochino en la roseta. Una maravilla como digo, pero una
nulidad a efectos prácticos al ser en exceso pesado, estar descompensado y
tener el mango demasiado grueso, pero les había prometido que lo bañaría en
sangre y no cejé en el empeño hasta que en este día lo conseguí. Inmediatamente
lo colgué como adorno en mi casa y aquí sigue, mientras yo volví a mi viejo
“Muela” con hoja transformada a mi gusto.
A medida que se nos acercaban los perros entraban más y más reses
cervunas. En una ocasión se pandeo una torada de machos por el regajo de la
derecha y a pesar de que Rafa e Isa me aseguraban que iba un venado entre ellos
yo solo veía varetos. Lo tiró mi amigo con su Express y se quedó con él. ¡Ole
sus cojines!
Aquello tuvo la virtud de
liberarme del deseo de que el matara primero, que yo estaba harto de tirar
balas y él, por mor de su trabajo en Doñana, apenas si monteaba.
Al poco rato sentimos una ladra bien por encima de nosotros y todavía
muy lejos, y por “las maneras” supimos que de un cochino se trataba. El caso es
que pronto les dio esquinazo a los perros y se hizo el silencio, hasta que
suelta Isa:
-¡El cochino, el
cochino derechito!, y se puso a filmar.
En efecto, justo enfrente un cochino de buen porte bajaba “engalgado”
pendiente abajo.
Me eché el rifle a la cara y lo vi tan claro a pesar de que me entraba
de pico que, casi sin querer, apreté el gatillo y salió el marrano dando tumbos
cayendo al carril frontero, se medio repuso y siguió rodando pendiente abajo
hasta acabar en el arroyo.
-¡Jesús, que tiro!
¿Pero como no lo has dejado que cumpliera? No espera, no me respondas. ¡Lo
tenias clarísimo!, y empezamos a reír los tres con la ocurrencia de Rafa, y es
que me conoce tan bien………..
Pero el bicho seguía vivo y lo sentíamos resollar en su intento de
escurrirse arroyo abajo, y como ni Rafa ni yo permitimos que las reses sufran
más de lo imprescindible, decidimos que el bajaría al remate con el Express y
yo guardaría el paso por si algo entraba. ¡Para eso estábamos dos escopetas en
el puesto, que era una huida de responsabilidad!
En el poco rato que tardó en llegar, algunos perros buenos que la
habían seguido por el rastro ya la tenían agarrada y a sus ladridos acudieron
algunos más, formalizándose el agarre en toda regla, por lo que mi amigo no
pudo hacer la faena encomendada por temor a herir algún perro.
-¡Lolo, baja con el
cuchillo, que esta está muy entera y va a tardar mucho en entregarse!, me gritó
Rafa que no llevaba arma de mano.
¡Cualquier cosa me estaba pidiendo con lo que a mí me gusta rematar a
cuchillo!, y encima la cochina, que eso era pero muy grande, tenía ganas de
pelea. ¡Tiempo me faltó para bajar como un rayo en busca de la “batalla”!.
¡La escena que me encontré era bellísima en toda su carga de
dramatismo! En su pelea con los perros la zarza donde se encontraba aculada se
había convertido en una bóveda, y donde antes hubiera sido imposible entrar sin
un “calabozo” ahora se podía penetrar a pie erguido. Además estaba
efectivamente más que viva pues el tiro, hecho de frente, la había partido por
detrás, casi en el rabo, y andar no podía mucho, pero se mantenía levantada de
adelante dando unos tremendos jetazos y bocados a los perros. No me lo pensé
dos veces y me fui a por ella, pero Rafa, razonable, me sujetó diciéndome:
-¡Quieto parao! Espera a que lleguen perros de fuerza que la cosa esta
peliaguda!, y no pude por menos que darle la razón.
Yo sufría y gozaba a la vez, y en cuanto llegaron un par de “amastiaos”
y medio la sujetaron, uno por la oreja y el otro por los jamones, hice mi
primer intento serio de rematarla. ¡Ni pa el demonio! En cuanto me vio cerca
pegó un empellón que me obligó a retroceder mientras castañeaba los dientes
como una leona. ! Que bicho tan valiente!
Isa, que mientras tanto grababa el meneo desde el carril, nos llamó
diciendo:
-¿Pero qué pasa ahí
abajo?
-¡Que no hay manera de
entrarle hasta que no la sujeten mejor!, pero tu estate tranquila, le respondió
Rafa.
Pasaron otro par de minutos hasta que a aquel jaleo tan grandísimo
acudieron dos mastines “verdinos” que se tiraron a ella sin siquiera pararse,
que en su impulso hasta arroyaron varios compañeros y que al hacer presa
obligaron a la marrana a girarse dándonos la espalda.
-¡Ahora, Lolo, ahora!,
me impelió Rafa, y yo, que ya estaba en camino, me eché encima del bicho y con
todo el peso de mi cuerpo le hundí la enorme hoja de cuchillo hasta la cruceta.
¡El animal exhalo un gruñido agónico e hinco las manos y yo pegué un salto
atrás para ver el efecto de la puñalada!
-Tranquilo que ya está
muerta, me dijo Rafa a mi lado.
-Ya lo veo. ¿Tú has
visto en la vida cuchillada tan fulminante? ¡Cojonudo, es que parece que le
hubieran dado la puntilla!, exclamé verdaderamente extrañado de lo mortal que
había resultado la hoja de aquel flamante cuchillo.
-¡Es que eso no es un
machete, es una espada, contra!, me dijo sonriendo mi compañero de tantas
fatigas.
Un rato permanecimos dejando que mordieran a su gusto los perros sin
importarnos si algo mas cumplía al paso y luego los foreamos para que no la
destrozaran y emprendimos la retirada.
-A costado trabajillo,
¿No?, dijo Isa.
-Ni te lo puedes ni
imaginar. ¡Qué bocados pegaba la fiera esa!, le dije aun excitado por el
remate.
-Anda, toma este trapo
y límpiate la sangre, que pareces un matarife, me dijo Rafa tendiéndome una
toalla que llevaba en el zurrón, y es que estaba de sangre desde el pelo a los
zahones.
La verdad es que ni me acuerdo de si tiramos algo más o no. ¿A quién le
importa? Había vivido uno de esos momentos inolvidables que tanto buscas en el
monte y que tan pocas veces encuentras y me sentía henchido. Además había
cumplido mi promesa de mojar en sangre aquel cuchillo tan bonito.
Isa lo grabó todo con la cámara, desde el tiro, pasando por su
espectacular caída rodando, hasta la
escena del agarre……! Pero desde su atalaya! En el fragor del momento no
caí en pedirle que bajara y solo se aprecia en la película el moverse del monte
y los sonidos del lance. ¡Suficiente testamento!
Recibid un fuerte abrazo y besos para las señoras.
Lolo Mialdea
No hay comentarios:
Publicar un comentario