Amigos de mi Blog:
Poco a poco, pues aún quedan un par de acontecimientos que no podré soslayar, vamos a ir regresando a lo que siempre ha sido El Blog de Lolo Mialdea: Un sitio donde divertirse leyendo relatos de caza o emitiendo opiniones más o menos discutibles....¡Pero siempre sobre la CAZA!
En esta ocasión os dejo lo que en el mes de mayo pasado me publicó la revista CAZA MAYOR. Pero tengo que explicarme muy rápidamente sobre un par de cuestiones:
En primer lugar he de decir que hace unos 4 meses, cuando mi amigo José María García, director del tema caza en el GRUPO V, leyó mi libro, me pidió que le mandara 4 capítulos a boleo para publicarlos. Como el libro tiene 118 no me pareció mala idea y se los envié. Eso significa que a vuestros efectos no son otra cosa que uno más de tantos artículos míos que habéis leído, pero que realmente no lo son, si no parte de cuerpo de "Desde el 2 de Los Caserones".
Por último advertiros que colgaré el texto en dos formatos: Primero tal y como se publicó en la revista, con sus fotos y demás maquetación, pero como a algunos les puede resultar complicado leer ahí dado el tamaño máximo que le puedo dar a las páginas en el blog, sobre todo a los que solo utilizáis el móvil para acceder, al final añadiré el texto negro sobre blanco, no como está en el libro, pero sí muy parecido. Sé que se me sale de márgenes pero veréis, se me da mejor el rifle y escribir que la maldita informática. ¡Menos da una piedra! Obviamente os recomiendo la primera opción, pero os doy las dos.
Y dicho esto vamos al lío.
Recibid un cordial abrazo de vuestro compañero Lolo Mialdea
Capítulo 40
La Aljabara de Spínola. 17-12-1988
Por aquellos días yo trabajaba en Marbella, y como a mi jefe, P. P., también le gustaba montear, que lo invitábamos desde el principio a Las Mesas, por pura lógica me lo llevé al paso.
De los muchos años en que he monteado La Aljabara, me tocó el mejor puesto de mi vida sobre el papel: El 4 de los Azores. El caso es que entre que monteaba menos por mi trabajo y las altísimas posibilidades de tirar 6 u 8 venados, estaba nervioso desde que supe a donde iba a parar, y eso que permitiría tirar a P. en primer lugar.
Recuerdo que Migue Prieto, en la junta, me dijo:
-El año pasado el que estuvo ahí tiró 12 venados y solo cobró 4. Lo sé porque yo estaba a su lado, y de los 7 que cobré, 4 fueron pantalones al compañero. ¡De esos quiero yo muchos a mi lado!
Se me vienen a la cabeza, aunque sea salirme del guion y quizás hubieran merecido capitulitos aparte, lo que nos pasó en La Nava el 23 de Octubre, pero como tantos otros no lo consideré de demasiada enjundia en un principio, pero como no soy un río, me vuelvo atrás:
Nos entró un venado por los llanos de La Loma y lo tiró P. Anduvo unos pasos y luego cayó. Un tiro de corazón, pensé. Sin embargo, cuando fui a marcarlo al cabo de un par de horas, se me levantó y lo tuve que rematar al estilo conejero, al sartenazo. Tenía un tiro de barriga, y resultó incomprensible su proceder y lo que duró vivo. He aquí otro ejemplo de las ventajas, obligación diría, de llevar siempre el rifle colgando del hombro.
Hablando de P., contaré una anécdota - más bien una pesada broma - que le gastaron en Las Mesas cuando ni siquiera era novio:
Apenas sería la segunda o tercera montería de su vida y lo habíamos colocado en el paso de por debajo de la Vegeta de Gato, ya en el río.
A su lado tenía a un veteranísimo Pepín Molina, a la sazón arrendatario de la lindera Porrá, y por tanto conocedor de que Josefo, el dueño de la finca, tenía numerosísimos cochinos caseros a la montanera. Por supuesto nosotros habíamos avisado de la celebración de nuestra montería a todos los linderos para que retiraran el ganado casero y que los perros no mataran algún bicho, entre otros a Pepín, de modo que cuando le entró toda una piara de cochinos ibéricos puros, urdió la siguiente chanza:
Primero les dio careo hacia el puesto de P., y cuando ya los tenía encaminados. Les soltó un par de tiros de rifle a sus espaldas para que le entraran ligueritos, a la vez que le gritaba:
-¡Los cochinos, P., los cochinos. Ahí los llevas derechos!
Nuestro protagonista les quemó las cinco balas de la repetidora que llevaba y afortunadamente no les rozó un pelo a pesar de que le entraron a huevo.
La que le liaron al pobre en la casa cuando Pepe contó lo que había pasado, es de las que hacen época. El puñetero decía:
-¡Pero si le entraron gruñendo y to!
Basta imaginarlo para partirse de risa.
Pero volvamos a La Aljabara y regresemos a la situación de ansiedad que me producía tan buen paso y que le había trasmitido a Paco.
Lo cierto es que el temporal quedó en aguacero, y aunque el puesto cumplió, no colmó nuestras expectativas ni con mucho.
Cuando lo normal era que empezáramos a pegar tiros nada más ponernos, sobre todo a los venados que espantaran las traviesas que se ponen en los llanos que teníamos a las espaldas y que buscaran refugio en la mancha grande, sucedió que pasó el rato, llegó la suelta y solo después de un rato avisó Isa:
-Ahí viene un venao de soniche, de cara, entre los matagallos.
-Ya lo veo. P., tíralo cuando se te tercie, que está parado decidiendo hacia donde rompe. O se faldea en la lomilla de enfrente o entra franco al limpio y en los dos casos lo vas a tirar bien, que el aire lo tenemos bueno, le expliqué a mi jefe.
Optó el bicho por la primera operación y fue lo peor que hizo, pues creyéndose protegido por el monte entró andandito, y cuando estuvo a unos 50 metros, le susurré a Paco:
-Cuando quieras y apunta tranquilo.
Lo mató fenomenalmente de un tiro de paletas.
-Debuten, Morgan, Bien tirado, le felicité.
Hay que entender que eran muy poquitas las reses que llevaba cobradas en su vida.
-¡Gracias!, qué alivio, contestó.
Su entonces novia, MR, se emocionó una barbaridad y no paraba de soltarle piropos.
-Venga, se acabó la fiesta, que es el momento propicio. Ahora quietecitos y silencio, los amonesté riendo.
Fue pasando el tiempo y allí no entraban más que ciervas, mientras a nuestro alrededor sonaban tiros a mansalva, y es que cuando es que no, es que no. Solo al final…
Estábamos guardando ya lo más superfluo cuando entró otro venado a toda castaña y por la izquierda del primero. Tengo para mí que el animal llegó tranquilo, y que cuando quiso darse cuenta estaba viéndonos y arrancó a correr sin que nosotros nos hubiéramos ni enterado. El caso es que se iba volando.
-¡Tira, tira, P.!, lo apremié mientras yo también me preparaba, pero esperó demasiado y cuando lo hizo, ya de culo, lo falló, y a mí no me dio tiempo a secundarlo, pero…, si me rebajaba un poquillo como para ver un regajo bastante limpio que estaba al fondo del tiradero, a lo mejor lo podía ver. Dicho y hecho.
Apunté al claro aquel y esperé por si daba la cara, y de pronto saltó el carril por lo más angosto y algo más cerca de lo que lo esperaba. Le corregí como pude y le dejé ir un balazo que lo dejó fulminado.
-Ozú, exclamé incrédulo. Había sido un tiro muy bueno, medio de potra.
-¿Pero ha caído?, me preguntó Isa extrañada.
-Vaya que sí, lo que pasa es que se ha quedado tapado para vosotros. Y es que yo apenas me había movido unos 3 metros, lo justo para haberlo podido tirar.
Bajaron entonces y ya lo vieron, y Paco dijo sincero:
-Lolo, si no lo veo no lo creo
Diré para terminar que el venado era chicuelo, pero la dificultad del lance, lo bueno del tiro y lo bien que jugué mis cartas, hacen que no se me olvide aquel momento. Francamente, uno de los mejores tiros de mi vida, y no soy nada dado a auto complacerme.
Y es que has de saber moverte en el puesto - mejorarte, se le ha llamado toda la vida - sin ponerte ni poner a nadie en peligro. Es fundamental en grado sumo, hasta tal punto de que solo dos pasos te harán matar mucha cacería, pero no es algo que se pueda explicar, pues solo lo da la experiencia y el conocimiento de las corridas y tendencias de las reses en función de muchas variables, y no pienso meterme en semejante berenjenal, pues podría terminar liado hasta yo, más ojo, esto nada tiene que ver con moverse del paso. Como aquel que dice, es como no salir de la sombra de un chaparro
PD: Un mes más tarde y en el manchón de la misma finca, me picó una bala sin que se disparara cuando tenía un cochino para asesinarlo. Fue la única vez en mi vida que tal cosa me ha pasado. Encasquillarse o romperse el rifle sí, pero picarme la bala…nunca, y eso que era una RWS.
PD2: Como ahora estoy repasando lo escrito, he de añadir que en dos mil diecimuchos, me volvió a pasar con el FN en Cámaras Altas, y que me costó volver un venado al recargar y que luego no fuese capaz de matarlo, y era una Winchester Supreme, que eso no se olvida. Ahí está mi amigo Félix Sánchez que puede dar fe de ello.
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