Manuel Mialdea Lozano
Bienvenido a mi Blog. Un pequeño espacio donde compartir nuestra común afición a la caza y al campo. Gracias por visitarme

viernes, 20 de febrero de 2015

EL SOLANO* o EL SUEÑO DE UNA NOCHE DE JUNIO

Amigos de mi Blog:

*El Solano es un viento con fama de dar calenturas (o ventoleras, que decimos por estas tierras del Sur profundo) Sopla secándolo todo, incluso el magín, y, por lo que leo al maestro Polvorilla, según la región donde se mora, es de poniente o de levante.
Con esta aclaración, probablemente innecesaria, doy paso a otra narración de M.J. Polvorilla, a quien "contimás" leo más admiro.
...Y para aquellos que prefieren las imágenes a las letras, os facilito el enlace del trailer del último reportaje de NaTZaYa! Naturaleza y Aventura. Con él me hice novio cámara en mano aunque el mérito es de Juande Bonilla, magistral con el "maquinillo" y el posterior montaje:

http://youtu.be/H3IOE7vdQjI



Y sin más os copio el relato. ¡¡Que lo disfrutéis!!

Recibid un fuerte abrazo y besos para las señoras.

Lolo Mialdea.

EL SOLANO

Siempre fue mejor navegar con bandera de pendejo…

Noche oscura, como la boca de un lobo, como las entrañas de un pozo, como las esperanzas de un pobre… Linterna de petaca y faro de bicicleta que desprende un haz de luz en una noche que ventea y seca el estío sin piedad ni achaque…

Junio. Mes de fríos, calores, hielos, granizos, sudores, centellas y tormentas. En junio todo y nada puede ocurrir. Y me acurruco debajo del quejigo desde el que pretendo vigilar un gastado alambre donde un macario de buen porte tiene frecuencia de paso. Por su rastro veo que marca poco la mano izquierda. Debe estar aspeado, cojo o simplemente se quiere burlar de mí. Ya me lo creo todo. En esto de la caza, que nada me atrae, lloro y río a la vez.

Qué torpeza no echar un jersey. Más torpeza aún no tener un trago de agua fresca con el que aliviar el reseco del poniente. Menudo aire. La mies se derrite por las inclemencias de un tiempo que no obedece más que a los caprichos de una primavera que se niega a ceder el testigo al verano… No hay luna. Y las estrellas se empiezan a empañar con un cielo emborregado y cárdeno, tenebroso, que parece que va a estallar en gritos de tantísimos días de sol y lluvia. La naturaleza –el campo digo- no soporta que le atosiguen, que le vapuleen o que le manden. La sierra es dueña de sí misma, de sus inquietudes y locuras. Y no queda otra que someterse a su capricho incesante y voluptuoso.




Son las dos. Y la noche está pecaminosa. De lejos se forma una descarga eléctrica. Avanza como un venado por un brezal. Vamos Polvorilla, espabila o te empapas. Beso mi medalla de la Virgen de Guadalupe. Su metal, aunque peligroso, es lo que más me protege. Vamos a casa, ya has demostrado tu incompetencia de cazador desesperado. Mañana hilarás la historia según te salga de los pinreles. Pero ahora, anda ligero para el coche…

No veo un carajo. A lo lejos estallan rayos. Sigo sin ver. A la linterna se le ha ido la pila. Los destellos de la noche me marcan el camino. No estoy nervioso. Siquiera inquieto. Sinceramente hoy me encuentro por encima del bien y del mal. He salido de paseo y como excusa he echado el trabuco como animal de compañía. Si entra que entre. Y si no me voy a cenar la tortilla igualmente…




Llego a la linde del rastrojo. El coche está a poco trecho. Por curiosidad me calzo los binoculares apoyado por un destello de la tormenta apremiante… Bingo. Sin quererlo un bulto enorme serpentea por el rastrojo, escondiendo sus miserias por entre las pacas de paja… Nuevo destello, lo veo bien. Anda cojo de la mano derecha. Está cuajado en carnes y cabeza. Es macho, va solo. Noche de nuevo…

Yo paso de lo que tiene que ver con la caza, pero me sudan las manos y me palpita fuerte el corazón. Se cuajan mis instintos. Descuelgo mi mochila, me aprieto el puñal y pesco el rifle encorvando mi figura para fundirme con el rastrojo. Con la penumbra del relámpago, segundos 
después, se oye el estruendo… Corro escondiéndome entre las pacas a cortar metros hacia mi objetivo. A ver qué pasa granuja….

He avanzado tantas veces como destellos ha escupido el cielo. He jugado al escondite con una noche temible, con un cochino tremendo y para más INRI rengo y pendejo como el más rastrero de los enemigos.

Lo siento ajeno a la penumbra, a lo inhóspito de la noche y a mí. No habrá ni veinte pasos. Apoyo mi silueta sobre la paca de paja apuntando a una oscuridad que no me deja ver a dos palmos. Quito el seguro fijando mi mirilla sobre el sonido de sus mandíbulas que mascan trigo calmo y sosegado sereno por lo desapacible de la ventisca, de los rayos y de unos momentos que invitan a todo menos a pasear una escopeta… Con otro relámpago se hizo de día… Y antes de que sonara el estruendo del cielo apreté el gatillo dispuesto a partirme el dedo en mil cachos…

Un trallazo me despertó de mi sueño. Estaba dormido, apoyando mis desgracias contra un quejigo milenario, vigilando una gatera gastada de un cochino que aparentemente cojea, o así lo pregona su rastro… Una tormenta se acerca. Conmocionado por la siesta, cansado por la guardia y rendido por el esfuerzo camino dirección al coche mientras a lo lejos las estrellas se visten de tormenta mientras un sueño me rebota en las sienes con una realidad tan cierta como el solano que me azota la cara…

M.J. “Polvorilla”



3 comentarios:

  1. Como siempre, el polvorilla nos arropa con su relato y en este caso nos tapa del Solano.

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  2. Madre mía que bien escribe este hombre, me lo recomendó un amigo y la verdad es que le encantan los relatos del maestro polvorilla, además, lo bueno es que sabes que son relatos reales, entre otras cosas porque a todos los que cazamos nos han pasado cosas parecidas. Yo me acuerdo una vez que estaba cazando de madrugada, bueno más bien intentándolo, y me cayó encima un pedazo de tormenta que tuve que salir corriendo para el coche sin apenas ver y para más inri la linterna se me estropeó a medio camino e iba a ciegas (eso me pasa por comprarla en "los chinos"), al final me calé hasta los huesos y llegue al coche con varias heridas y caídas en el cuerpo. Así que esa noche decidí que no saldría más veces a cazar de noche si existe una mínima posibilidad de que se ponga a llover bien y por supuesto, que me compraría una buena linterna de caza para evitarme pasar malos tragos como aquella vez. Al final, compré una de gama alta en http://www.lacaza-toledo.es/armeria/complementos_accesorios/linternas_esperas_sangre y aunque me dejé una buena pasta tengo que decir que merece la pena si sales por la noche a cazar porque no te la puedes jugar en casos así por no querer rascarte un poco el bolsillo. Bueno, ese es mi consejo al menos, cada cual que haga lo que le pida el cuerpo.

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  3. Muy bueno lo tuyo, Alberto L. El que no haya cogido 2000 mojadas, pasado fríos horrorosos y calores "sajerás", ni es cazador, ni campero ni na de na. A mi casi me mata una rama de eucalipto en una montería con vientos huracanados (Eso que ahora llaman ciclogénesis explosiva, y que sufrí también hace dos años en Chillón, pero como cobré 2 venaos, pues me vine para Córdoba como un rey)
    Un abrazo. Lolo

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