Manuel Mialdea Lozano
Bienvenido a mi Blog. Un pequeño espacio donde compartir nuestra común afición a la caza y al campo. Gracias por visitarme

jueves, 19 de abril de 2018

El viejo Montero



Su obra. Perdóname, hijo, le doy mejor al rifle que a la cámara

Manuel, mi hijo, del que tanto habréis leído en mis artículos y libros pues monteó conmigo y su madre y lo llevábamos en el carrito a puestos accesibles en días calmos. Así fue así durante muchos años hasta que un "buen día" - para mi desgracia y en ejercicio de su libertad, tras cobrar un precioso venado de la collera que nos entró en Las Carniceras altas y con la que hicimos el doblete padre-hijo, decidió cortarse la coleta como cazador. En fin, si alguna vez, esta vez para mi bien, decide volver, aquí me tiene.


La collera de venaos de Carniceras

Es el caso que tras demostrar desde niño que poseía un enorme talento como dibujante, como podéis ver en la diferentes fotografías que os adjunto, adquirió con posterioridad una solida formación en Artes con sucesivos ciclos superiores y gráfica impresa y ahí sigue formándose en Madrid. Ya tengo otras cosas recientes que me demuestran su nivel.

Pero vamos al lío CAZA E HIJO.


Detalle del original en tinta 


Esta pasada Semana Santa bajó Manuel a Córdoba, inmerso yo en el follón de la distribución de mi último libro, mientras charlábamos en casa le propuse un reto:

-Me gustaría que me hicieras un cuadro "para mí y pensando en mí". No te pongo ninguna condición, solo que expreses como me ves en lo mas hondo de tu mente y tu corazón.

... y como muchos hemos sido estudiantes con 22 años y sabemos que nos faltan "recursos", le dije que se lo compraría a lo que me pidiera. ¡Jamás he gastado mejor el dinero!

Pasadas unas pocas semanas me mandó una fotos de su obra aun inconclusa y, como se dice ahora, aluciné en colores. Inmediatamente lo acosé pues lo quería poseer como el que quiere hacer suyo ese viejo cochino jabalí tan pisteado y en el que se sueña.

El resultado aquí lo tenéis, y voto a bríos que la fotos no le hacen justicia pues lo bueno está en el juego de luces, sobras y primeros y segundos planos. Juzgad vosotros, sobre todo los que me conocéis personalmente: ¡El joío me ha clavado!

Su primer dibujo publicado. Trofeo mayo de 2010. Artículo `Un black-bass de 12 arrobas´.


Ciertamente soy - o seré - ese viejo montero con los colmillos rotos y las amoladeras retorcidas, (observad el detalle), un poco cascarrabias y maniático, que vive, cuando no está en el campo, rodeado de trofeos, armas y libros. Triponzuelo y con gafas. Creerme si os digo que me emociona.

Para ir terminando os contaré un chisme.

Cuando los llevé a enmarcar a "La Casa del Arte", tanto el original a tinta como el definitivo, la señora que me atendió me preguntó:

-¿Quien ha pintado esto?

-Mi hijo Manuel. Desde chico ha tenido talento, le contesté un poco extrañado pero con franqueza.

Siguió una corta conversación sobre su currículum que terminó en otro breve dialogo que termino ayer en idénticos términos:

-¿Usted cree que le interesaría exponer? Como sabe también somos galeristas., me expuso la buena mujer dejándome de piedra.

-Pues tendría que preguntárselo, le contesté.

-Me gustaría que viniera a verme...

En su adolescencia ya apuntaba maneras. Ambos se publicaron en Trofeo

Y para no aburriros solo añadiré que baja a Córdoba la semana que viene y que esa reunión se llevará a cabo. Solo el tiempo dirá en que acaba esto, pero yo tengo una fe absoluta en sus dotes. Ya os contaré si llega el caso.


Ya en mi casa con sus obras entre originales de grandes pintores
 la famosa collera de venados

Recibid un abrazo especial de este "Viejo Montero" que ha merecido ser inmortalizado nada menos que por su hijo. Para los muy lectores, que sois muchos aquí, y perdonadme la enorme presunción y salida del tiesto: Recordad a Don Antonio Covarsí, su hijo Adelardo y su extraordinario cuadro "El montero de Alpotreque"

Lolo Mialdea

PD: No sería buen padre si no intentara ayudarle. Sabed que me costó convencerlo, pero si alguno de vosotros quiere para sí una cosa diferente y especial, ya sabéis: Poneos en contacto conmigo en mi correo: lolomialdea@gmail.com. Yo me encargo del resto.

Por cierto que invertir en la obra de pintores noveles es cosa muy buena. La prueba está en las paredes de mi casa. Los que empezaban ahora son reputados y carísimos pintores.


    Curioso juego de reflejos en el cristal de cuadro

domingo, 8 de abril de 2018

Arjona: Una ciudad con abolengo montero y gran patrimonio



Se que esta es una entrada un tanto atípica pero ahí va. ¡A tal señor, tal honor!
Hoy domingo, gracias a los buenos oficios de mi gran amigo Alfonso Checa y a la excelente predisposición del Ayuntamiento de esta increíble ciudad, porque es ciudad y no pueblo, y con motivo de que se celebraba la feria del libro, me invitaron, y yo acepté honrado, a presentarles mi obra y firmar los ejemplares que se vendieran... ojo ¡subvencionados en parte por esa generosa corporación! ¡Ay si todos los estamentos hicieran lo mismo por la literatura escrita! Luego nos quejaremos de que no se lee, mas vayamos por partes.




A la puerta la casa consistorial, tan monumental como toda la población, me esperaba Alfonso y nos liamos de cháchara cazadora hasta que pronto llegó Antonio, historiador y encargado de guíanos - a un grupo de una 10 personas - por la zona alta y defensiva desde unos 8.000 años AC. Solo puedo decir, tal y como se expresa hoy en día, ¡Que "flipé"! Bastante sabía, como aficionado a la historia antigua, de las raíces íberas de Arjona, pero no obstante me vi superado....Pero en fin, esto es un blog de caza y ahí lo dejo, más no dejen de visitarla. No se arrepentirán.


Por último, y en el salón de plenos del Ayuntamiento,  tras unas palabras de su alcalde, Juan Latorre, mi amigo, lector impenitente y gran montero, Alfonso Checa, habló sobre un servidor y su obra y tanto me loo que se me puso el bello de punta. ¡Querido Alfonso, ojalá fuera tanto como tu dices!
Poco pude añadir pero, de puro satisfecho, me sentí dicharachero a algunas cosillas dije en parecencia de, entre otros, los representantes de la sociedad de cazadores local.
Gracias, gracias de corazón a los urgabonenses, y muy en especial a Alfonso Checa. Es simple y llanamente un caballero como corresponde a un montero de su clase.
Lolo Mialdea







domingo, 1 de abril de 2018

El reto: Mi último artículo en TROFEO (Noviembre 2017)






Queridos amigos y lectores de mi Blog:
Siguiendo mi antigua tónica, transcurrido algún tiempo de haber sido publicados alguno de mis artículos en prensa de papel, os dejo el texto integro de este que titulé "El Reto", porque así lo fue. Espero que os guste.
A la vez quiero recordaros que tenéis a vuestra disposición mi último libro - "Desde el 2 de Los Caserones" - con solo escribirme a lolomialdea@gmail.com y que solo me quedan un puñado del primero: "40 años monteando narrados en primera persona". Os los mandaré por correo certificado y dedicados. También advertiros que he empezado lentamente su distribución en librerías y armerías, aunque de momento solo esté en contados sitios de Madrid, Córdoba, Pozoblanco, Jerez y Guadalajara. Muy pronto iré extendiendo la red.
Sin mas os dejo el citado artículo:


                           El Reto






Desde hacía años le tenía echado el ojo.
En mi faceta de conversador con el libro del campo, le había leído sus querencias llegando incluso a oírlo levantarse de su encame, siempre sobre una hora antes del ocaso, siempre allá donde terminaba la raya vieja del Cerro de la Baña, por lo alto del peñón del Majalón. Donde hace silleta aquel laderón, teníamos hecho un puesto al perdigón que era muy bueno de tarde, y desde allí, como digo, lo sentí, que no lo vi, años atrás.
Una tarde de febrero andaba yo cazando ese puesto y lo oí gruñir, cloquear y comenzar a moverse con sigilo como bebiendo el aire. No sé, pero algo me inquietaba sin motivo aparente y alargué el puesto esperando acontecimientos. Esperaba que tomara para arriba, derecho a la baña que tenía a no más de trescientos pasos antes de emprender sus correrías nocturnas, quien sabe si en busca de la bellota tierna y melosa, o de alguna galana hembra con la que tener amoríos.
Pero que va, el muy cabrón se fue escurriendo a la izquierda, pico al viento, por la vieja vereda del Puerto del Alcornoque, despacio, como un viejo facineroso conocedor de su oficio.
Cuando dejé de oírlo, levanté el puesto tosiendo muy quedo a mi Gadafi, y me marché a la casa donde me esperaba una copita de montilla y una buena candela. Hacía frío, mucho frío, y por el camino rumiaba yo lo que tenía que hacer para jugársela a aquel catedrático que desde entonces consiguió obsesionarme.
A la mañana siguiente y tras consultarlo con la almohada, se volvió a imponer en mí la faceta de naturalista, y mientras me tomaba el café y un dedal de anís Machaquito seco, decidí tratar de acabar por saber a quién tenía por contendiente, aún no mi “enemigo”, apostándome en el único sitio desde el que dominaba el teórico viaje de aquel viejo cochino.
Aquella tarde no colgué. Esperé más tiempo del normal, y andando, piano, piano, armado solo con mis inseparables gemelos y una buena provisión de tabaco, me encaminé a la lastra de Puerto de los Machos, que quedaba pechienfrente de lo que creía sería el careo del bicho dado que el aire soplaba, como casi siempre, de poniente.
No hizo falta esperar mucho. Al poco sentí en la distancia de aquella tarde mansa, los primeros charabasqueos de lo que de inmediato supe, no sé porqué, que era mi marrano. Adiviné la vereda por la que debía aparecer y hacia allí dirigí los catalejos.
 Y apareció, vaya si apareció. Aquello no era un cochino, era pura mala leche; alto de agujas y escurrido de jamones, entrecano por la edad y no, no era otro oponente y noble marrano más al que echarle un pulso. Era un monstruo cosido a cicatrices de juventud en peleas por lo que fuere que se le pusiera por delante. ¿Y su cabeza? Su cabeza era enorme; jeticorto; armado con unos colmillos como pitones de un Miura… y un gesto siniestro desconocido para mí. Nunca un animal había despertado en mí otra cosa que admiración, pero aquel cochino no era un cochino, era la muerte… era, desde ese momento, mi enemigo. Había despertado en mí el instinto depredador y atávico que todos llevamos dentro y que solo aflora en situaciones límite. Casi diríase que era un reflejo asesino. Sentí miedo de mí mismo pero tomé decisiones.
Compuse el tiradero dejando la cazadora sobre la piedra para que perdiera el jusmo con el relente de la noche y me retiré despacito para que no me barruntara.
Aquella noche no me tomé una copita de vino. La cambié por un buen lingotazo de whisky de malta para templar gaitas, cené ligero y me fui a la cama pensando en los pasos que había que seguir al día siguiente para acabar con el que yo ya había tomado como un enemigo personal. Nada me había hecho y lo admiraba realmente, pero ya no era un ser vivo, era un reto, un reto muy íntimo.
Ya por la tarde, temprano por la impaciencia, y esta vez sí, con mi BRNO .270 win. al hombro, me aposté tumbado sobre la piedra seca, cargué y encendí un pitillo para comprobar que el aire no andara revocón y me dispuse a esperar. La distancia era larga, muy larga, pero la confianza en mí mismo me hizo creer que aquel bicharraco ya era albondigón.
Se repitió la secuencia del día anterior y fue una mirla la que me lo avisó. Lo dejé avanzar hasta casi perderlo de vista lo más cerca posible en el barranco, camino ya del perdedero, y cuando se terció monté el pelo, apunté casi a la cruz del marrano, y dejé que el tiro me sorprendiera como debe ser. Cayó seco y yo bajé la guardia confiado, pero para mí pasmo se incorporó y rompiendo monte como un tren ladera abajo, lo perdí de vista.
Pasaron unos segundos en que me quedé tonto y luego busqué excusas donde no la había. Lo cierto es que tiré largo y de arriba abajo, apuntando alto, a la crin de cerdas, y… todo quedó en eso: Un rasponazo, un calentón de agujas que lo derribó momentáneamente, solo momentáneamente.
A la mañana siguiente bajé al lugar del tiro, y en efecto, solo encontré pelo, pequeños fragmentos de carne y… el sitio. Entonces tomé lo que en aquel momento creí una decisión de total trascendencia, cuasi vital: Buscaría ayuda. Mi ego de montero viejo me decía que no, pero mi magín lo tenía claro y me propuse comentar el lance y sus antecedentes con los viejos del lugar, los que por años sabían más que yo.
Hablé con el Trementón, antiguo guarda de aquellos pagos y ahora jubilado, que me dejó claro que a aquel demonio había que respetarlo pero no tenerle miedo, porque si quería acabar con él, tendría que ser cara a cara y con paciencia. En pocas palabras: Tenía que pisarle su terreno y luego, sin dudarlo, volarle la tapa de los sesos.
En Córdoba busqué a Rafa, mi armero, el cual, tras decirle que tendría que tirar a cascaporro, convino conmigo en que debía cambiar de rifle y usar el 30.06, y me buscó una caja de balas de 220 grains, sin duda una buena medicina para aquel aparato.
Comenté el tema con los compañeros que, por aquí y acullá, fui encontrando - lo más granado - con los que me veía con harta frecuencia y cada uno fue dando su opinión de las que bebí lo que consideré oportuno.
Entonces, solo entonces, supe lo que tenía que hacer:
Echarle más paciencia que Job para que mi oponente olvidara y volviera a sus querencias; templar mis nervios porque solo tendría una oportunidad, un solo tiro; elegir bien el sitio para poder verle hasta el blanco de los ojos. ¡Conocerlo!; Repetir y repetir mis acechos desde la lejanía – no podía ensuciarle con mis rastros su campeo – para estar completamente seguro de su viaje; Recordar los buenos consejos y repetirme hasta la saciedad que solo lo que se apunta se mata. Precisamente en tiros cercanos tendemos a asomarnos; y por último, echarle huevos al asunto porque tendría que ponerme en su vereda y en mitad del monte, y mi pellejo ya tenía recuerdos de malos encuentros con estos bichitos. Luego… “Vista, suerte y al toro”.
Lo demás no tiene historia. Hice las cosas como debía, y una buena tarde de no importa qué mes, nos miramos cara a cara: Él sorprendido de que alguien le estuviera pisando su terreno. Yo no lo dudé: Le di boleto al cielo de los cochinos valientes con una mezcla de admiración y placer, por una vez en mi vida, diría que con inquina.
Desde entonces he tenido otros encuentros “muy cercanos” y en Trofeo están contados, pero Dios me libre de encontrarme nunca jamás con adversario tan a su altura.

                                                                  Lolo Mialdea Lozano
        En Córdoba, a 1-9-2017