Manuel Mialdea Lozano
Bienvenido a mi Blog. Un pequeño espacio donde compartir nuestra común afición a la caza y al campo. Gracias por visitarme

sábado, 23 de junio de 2018

El reto de NaTZaYA



Hola de nuevo, amigos de mi Blog:

Como muchos sabréis, pues habéis visto numerosos documentales de Juande Bonilla (NaTZaYA), a menudo he sido filmado por él y mas frecuentemente aun he actuado como operador de cámara. Me considero un fiel colaborador y como prueba de ello lo que a continuación os dejo.

NaTZaYA nos lanza en este documental un reto que él mismo os expone.
La parte cazadora es la que creo que es la mejor entrevista filmada que me han hecho, a partir del minuto 12.37 de la pelicula, donde tocamos todos los asuntos que me conciernen, así como temas de actualidad cual es el problema que nos acosa: El animalismo.

Como siempre se intercalan numerosas secuencia de caza que dan "ambiente" adecuado a las palabras. Estoy seguro de que os gustará.


Sin más os dejo con Juande y su RETO.

Un abrazo de vuestro amigo Lolo


miércoles, 20 de junio de 2018

Andanzas de un furtivo





Hola amigos de mi blog:

El pasado domingo 17, en el seno de la jornada de hermandad de Jóvenes Monteros de Puertollano, presentamos un libro que estoy seguro de que va a gustar muchísimo por las extraordinarias experiencias de "el Pelao", Martín Moreno Muñoz, que ahora ya se puede decir.

¿Que voy a decir yo de un libro que me ha cabido el honor de prologar? Sencillamente que no lo hubiera hecho de no pensar que es bueno, muy bueno.
Mirad: Para describiros lo que os traeréis entre manos, voy a hacer dos cosas, la segunda con el permiso del autor, lógicamente:
En primer lugar copiaros mi modesto prólogo, y la segunda elegir un capitulo corto y ni mucho menos el mejor y de la que podríamos denominar "su primera época", y dejar que vosotros juzguéis. Os advierto que lo gordo viene después, y que es ¡Muy gordo!

Pero antes de pasar a ello, y aun antes de que se distribuya adecuadamente el libro, os dejo el teléfono y e-mail de Martín para que podáis hacer pedidos, dedicados y enviados por correo certificado. Su precio es simbólico: 10€

Teléfono: 699084888
email: cinegeticatanovia@hotmail.com



                                                         Prólogo

Amigo lector, cazador de reses y compañero montero:

Ya nos decía por ahí D. Antonio Covarsí en uno de sus libros – ni buscaré cual ni pretendo ser literal en sus palabras – que no buscáramos en sus relatos arroyos cristalinos ni pajarillos multicolores y cantarines. Que esperáramos, en cambio, la verdad desnuda, la vivencia real, la interpretación personal, la percepción del cazador puro y duro, que no es poco todo ello. Para él los perros no cantan, siguen la ladra o dan de parado.

Pues bien, El Pelao escribe como vive, se diría que a latigazos, a ráfagas de viento, como se rececha un venao o se espera el salto del marrano desbarrado al cortadero.

Ni por asomo pretendáis leer un relato pulcro, lexicológicamente perfecto, semánticamente acertado, sin reiteraciones ni errores de estilo, ni siquiera con una ortografía a toda prueba. No. Buscad y encontrareis lo que os cuenta un furtivo tal y como lo haría al volver de una correría o al amor de la candela.

A mí, que me ha cabido el honor de “descubrir” su texto original, y el trabajo de hacerlo simplemente comprensible al cazador medio.Ni se me pasó por el magín intentar cambiar su estilo. ¡Qué va! Hacerlo hubiera sido bastardear los relatos. Perdonadme, pues, si encontráis cosas un poco fuera de lugar. Lo he hecho adrede.

No voy a contar ni cómo ni cuándo conocí al Pelao. Tampoco como he ido profundizando en su amistad y aprecio ni ninguna otra zarandaja al uso en los prólogos normales. Mucho menos entraré en juicios de valor – ¡qué tontería si he sido pecador antes que fraile y he tenido el valor de dejarlo por escrito en libros y artículos! – porque ni soy juez ni verdugo. Solo soy un enamorado del arte de la caza, y como tal he leído a nuestro protagonista. Solo os diré en este modesto prólogo, que vais a leer las palabras de un auténtico cazador de reses, de un maestro en el monte, de un tío bragado y algo loco a veces.En una palabra y aunque no me guste el término: De un monstruo en lo suyo.

Gracias Pelao, por haberme dejado “desflorar” tu vida asilvestrada e intentar darle  sentido comprensible a tu léxico serrano, ora cortante como una navaja, ora inconexo como aire que revoca en el paso. Y perdonadme vosotros, lectores, si no he estado a la altura de una labor que me ha resultado ardua cual cobro complicado y largo. Ni soy corrector ni pretendo serlo, y, por otra parte, me reitero al afirmar que prologar es el palo más difícil de la literatura cinegética. ¡Qué osadía meterse en la mente ajena! Cada cual tiene su estilo propio, su impronta, y el mío ya lo he dejado por ahí escrito.

Señores, va a comenzar el monteo, y esta es la cacería y el libro del Pelao, ni más ni menos… y se acabó lo que se daba.

Dado en Córdoba el día del Señor 15 de agosto de 2017,  Asunción de la Virgen María. Que ella, Santa señora de La Cabeza, nos guarde en nuestras andanzas serreñas.

Lolo Mialdea Lozano



Capitulo 4

EL CAZADOR ATRAPADO

Ya Poli, con su permiso de armas y unos ahorros que teníamos los dos, decidimos dar el paso de dejar tranquila a esa vieja arma que utilizábamos y comprarnos un rifle. Dicho y hecho. Un viernes nos llamaron del cuartel de la Guardia Civil para informarnos de que nuestro nuevo fusil había llegado. Antes de terminar la conversación ya estábamos nosotros allí para recoger la tan ansiada arma. Un rifle normalito, del calibre 30.06, al cual, en el futuro, sacaríamos un buen rendimiento.

Según lo recogimos nos fuimos derechos a probarlo. Estaba perfectamente puesto a tiro, y por lo tanto no teníamos tiempo que perder. Esa misma tarde había que probarlo.
Nada más comer estábamos camino de un gran barranco que hay en la finca donde habíamos visto un buen venao. Era una zona muy querenciosa y teníamos un largo testero de pinos para poder tirar, y además no se hacía prácticamente ruido pues andábamos por una vieja verea en el pecho opuesto.

Cuando llevábamos 10 minutos de subida, Poli portaba el arma y, entre unos pinos, vimos el venao que andábamos buscando y estaría a unos 120 metros. ¡Qué oportunidad tan idónea para probar nuestro nuevo rifle!, porque con el que cazábamos antes hubiera sido imposible tirarle desde esa posición.

Poli mejoró un poco la posición a lo alto de unas piedras que nos taparían del animal. Solo se le veía el cuello y la cabeza y, por lo tanto, le apuntó a la tabla del pescuezo y disparó. Dejamos de verlo al acusar el impacto, pero sabíamos que le había dado.

Le propuse que me diera el cuchillo para rematarlo, mientras él se quedaba en las piedras por si acaso el animal se levantaba y emprendía la huida.

Yo rondaría los 11 años y no era tampoco muy corpulento. Era más alto que grueso, y allí estaba con mi machete para quitar de penar a ese extraordinario venao que habíamos tirado. La verdad es que tardé un buen rato en llegar porque el terreno era muy abrupto y tenía mucho monte. Pasados 15 minutos llegué al sitio donde habíamos tirado el animal, y efectivamente le había dado pues había un gran charco de sangre y muchas jaras rotas, pero ni rastro del animal. En ese terreno se anda muy mal porque cuando sembraron los pinos hicieron como bancales para hacer las líneas de pinos y el monte se los había comido. Además el desnivel del terreno era considerable.

Siguiendo los rastros de la sangre que iba dando el animal y las matas rotas, por fin llegué a él. Estaba vivo. Le había pegado en el cuello sin tocarle hueso y se encontraba muy entero. Podía tardar en morirse bastante rato por lo que decidí entrarle a cuchillo.

De cuerna era grande, pero de cuerpo parecía una vaca. ¡Era inmenso!

Dándole la vuelta me coloqué en la línea inferior a su posición, y entrándole por detrás buscaba el sitio donde pincharle. Por la densidad de monte y pino que había desde mi posición, no veía a Poli ni el a mí.

Con el cuchillo preparado me acerqué a él desde mi posición. Cuál fue mi sorpresa que al clavarle el acero hasta dentro, el animal, aún muy fuerte, se intentó levantar, pero esa cuchillada había sido mortal. El problema fue que al incorporarse se cayó sobre mí, quedando yo con las piernas por encima y el cuerpo hacia abajo, sobre la terraza inferior.
Ahora si sabía lo que pesaba ese bicharraco. Ahí estaba yo con ese pedazo de pavo en lo alto sin poder moverme. Como prácticamente tenía todo el venao en lo alto, y encima la posición en la que había quedado no era la mejor para hacer fuerza, me era imposible de moverlo.

Además de estar bregando con el animal, en la posición en que me encontraba, no podía ver a mi compañero ni darle voces para que viniera a por mí.

Allí me veía tirado en el suelo con un bicho en lo alto. Se me pasaba de todo por la cabeza. Llegué a pensar que como Poli no me encontrara… allí me comían los jabalíes.
Pasada media hora, que para mí fue interminable, Poli supuso que pasaba algo y decidió adentrarse en mi búsqueda. Yo me encontraba bien. Lo único era que no podía moverme ni pedir auxilio.

Pasado un ratito oí el monte cerca y una bocanada de esperanza me llegó. Poli había arribado al lugar del tiro y enseguida llegaría a mí. Era mi salvación. Cuando vi entre las jaras sus pies,  se me ocurrió la brillante idea de hacerme el muerto.

Poli, cuando vio la estampa de ese gran venao en lo alto de su amigo, y que este estaba inconsciente, se asustó muchísimo tirando el rifle al suelo y gritando:
-¡Lo ha matado!
Con las mismas se abalanzó sobre el venao para quitármelo de lo alto y yo le lancé un grito de fantasma
-Auuuuuhhhhh.

No sé qué hubiera sido peor, sí que me matara el venao o ver a Poli como se puso. Un poco más y quien me mata es el a mí por gastarle semejante broma. Creo que cuando vio lo que había pasado se asustó tanto que al ver que, dentro de la gravedad del asunto, yo estaba para bromas, me hubiera dejado allí debajo de aquel animal.



























sábado, 16 de junio de 2018

Un venado que dejamos pasar y otro tirado muy lejos


Hola de nuevo, amigos de mi blog:

En estos tiempos tal ajetreados para mí por la vorágine que ha supuesto la publicación de mi tercer libro, quiero abrir otro paréntesis para dedicaros este artículo - o capítulo - que se publicó en FEDERCAZA en mayo pasado. En mi linea de siempre, solo quiero que os divirtáis leyéndolo.

Advertiros que primero, como suelo, os presentaré el tema tal y como se publicó en la revista, y al final, por si no se lee lo suficientemente bien, añadiré el texto tal y como lo escribí.

Recibid mi mejor abrazo e id acumulando suerte con los corzos y atesorando apuntaderas ante la ya próxima media veda.

Lolo Mialdea






Capítulo 107

Las Alcornocosas. 12-10-2001

Al menos a mí me ocurre que llega un momento en que me harto hasta de los mejores y más bonitos pasos.

Los amigos me dicen que estoy zumbao, que así lo único que consigo es cobrar menos reses y que el novato que ocupe el puesto que yo ya me sabía al dedillo no consiga sacarle todo el jugo, y así muchas cosas más, todas verdaderas. Pero qué le vamos a hacer. Uno tiene algo de autoexigente, de explorador de rincones en el microcosmos de una mancha. Soy inquieto y me gusta buscar nuevos retos. Un culillo de mal asiento, decimos por aquí.

La noche de antes estábamos confeccionando las listas de armadas, sentados a la inmensa mesa del salón de Las Alcornocosas, Horacio, su primo Antonio, Rafa Ruda y un servidor de ustedes, y aunque yo estaba algo restringido a la hora de elegir otro paso diferente al mío del pantanillo por ser postor de los 4 primeros pasos de la armada del Barranco de la Mula, no era menos cierto que al conocer todos los puestos de la finca, dentro de un orden, podía quedarse vacío cualquiera de traviesa que ya me pondría yo solito tras poner a los míos.

Fuimos designando los monteros que ocuparían los pasos de cierre, que en Alcornocosas no significa, para nada, que sean los peores, y a medida que se acercaba mí armada en el orden lógico de salida, más me ratificaba, para mis adentros, en la decisión de cambiar de aires. De momento permanecí calladito por no alterar la concentración que exigen estos momentos, sobre todo para el dueño, Horacio, y esperé a soltar la bomba a que llegara el turno de designar los monteros que yo tendría que colocar al día siguiente. Cuando el jefe iba a escribir mi nombre en la casilla correspondiente al Nº 4 le dije:

-Quieto parao, Horacio, deja ese para algún compromiso, que a mí me apetece cambiar de aires.

-Ya salió el Indiana Jones que llevas dentro. Pero no te puedes estar quietecito y no dar por culo. Bueno, pues como quieras, pero tienes que colocar a los tuyos y luego te vas a donde te dé la gana de los que todavía no están asignados. ¿Sera posible?, es que eres capaz de irte al córner, como el otro año, con tal de andar por ahí bureando. A ver, ¿dónde coño te quieres poner?, soltó Horacio con ese carácter fuerte tan suyo.

-Pues con el 8 o el 9 de La Mula me conformo. El caso es cambiar. Además así tengo a mi gente tan a la mano como si me quedare en el pantano, le contesté.

- Contra, pues para ese viaje no necesitábamos alforjas. ¿Te quedas en el 8? Es que el 9 se lo prometí a Joaquín Cabezas. 

- Pues claro, y ahora vamos a seguir, que luego vienen las cábalas de última hora y nos van a dar las uvas, dije satisfecho.

-Mira el que habla, pero si has sido tú el cabrón que nos ha cortado el ritmo, dijo Antonio amagándome un capón, y todos rieron la ocurrencia con gran algarabía porque alrededor del sanedrín pululaban todos los chavales y alguna de nuestras señoras.

Lo que no había dicho a nadie excepto a Batito, que como siempre nos acompañaría a Manuel y a mí, era que lo que iba buscando era un agarre mejor para los cochinos, pues no tienen ajuste en el balcón del pantanillo. Le guiñé un ojo a Alvarito y retomé el bolígrafo rememorando las vistas que al día siguiente disfrutaríamos de La Solana de las Amoladeras y el horcajo que tendríamos a los mismos pies. Pero el hombre propone y Dios dispone, como ya veremos.

Luego, tras cenar opíparamente unos chuletones de buey de Ávila que nos habíamos agenciado y que rondarían el kilo por unidad, nos sentamos alrededor del fuego de la chimenea aunque no hacia frio dado lo temprana de la época, y allí pasamos uno de esos ratos inolvidables de tertulia entre buenos amigos. Rafael, el guarda, y Curro Valle, también antiguo guarda de la finca y que ahora paraba en El Pedrocheño, se nos unieron en torno a las copas de rigor. 

¡Qué privilegio poder participar en este tipo de reuniones! ¡Y yo las venía viviendo similares desde que mi tío Andrés compró Las Mesas hacía la intemerata de años! A Dios doy gracias por haberme hecho tal regalo solo comparable al ambiente que se forma por la noche durante la temporada del pájaro.

La mañana siguiente amaneció luminosa y tibia, pero como el puesto estaba en umbría, les dije a los chavales que se abrigaran y que no echaran los catrecillos porque allí el terreno está muy inclinado.

Tras desayunar, repartir las tarjetas y dar las oportunas instrucciones - aquel día solo se podían tirar venados, o muy chicos o con palma, ¡Aleluya!, cochinos aparte - fueron saliendo las armadas a su debido orden. 

Como la mía era de las primeras, monté en la pick-up todo lo necesario y me fui a poner mis 4 pasos y luego me salí al cruce de los carriles en el raso de Los Espejitos para entrar al pasar los coches de mi traviesa. Por descontado, todo esto ya estaba más que hablado con el postor, por lo que me puse el último de la fila y al llegar a mi numero aparté el coche lo mejor que pude.

Nos resubimos hasta donde pendía la tablilla, ni más ni menos, pues estaba perfectamente situada, y nos sentamos en el suelo lo mejor que pudimos. Yo extendí los zahones y los nenes se sentaron sobre los zurrones previamente vaciados y… a esperar acontecimientos.

Cuando comenzaron a moverse las camionetas de las rehalas, con la clásica algarabía de ladridos y riñas, empezaron a moverse las reses y a incrementarse los tiros que se oían por doquier desde el principio, y como 6 ojos ven muchísimo, mientras yo estaba pendiente del panderón de jaras que teníamos enfrente, va y salta Batito:

-¡El venao para abajo, allí!, y me lo señaló extendiendo el brazo.

En efecto, un venado se descolgaba por el extremo derecho de mi tiradero, y a primera vista no supe apreciar el tamaño de la cuerna por lo que, para no perder tiempo alguno apreciándolo con los prismáticos, puse el visor a 9 aumentos y lo metí en la retícula. Como se suele decir no era ni grande ni chico, sino todo lo contrario, y aunque tenía palma de 4 puntas no lo juzgue lo suficientemente grande para tirarlo y lo dejé viajar a su albur, pero, tras tapársenos debió doblar su viaje porque al momento sonó un tiro de mi vecino del 7.

-Seré tonto. Siempre me pasa lo mismo: O me paso o me quedo corto, exclamé frustrado.

Mientras yo me lamentaba mi hijo me da un codazo y dice:

-¡Papa, otro venao!

-¿Pero dónde, chiquillo?, le pregunté perentorio.

-Allí arriba del todo, y ahora si me lo señalo con el brazo.

Ni a echarme el rifle a la cara me dio tiempo porque se tapó de inmediato, y el caso es que por los pasos que llevaba debió cruzar el único clarete medio decente que teníamos frontero mientras yo tonteaba quejándome del otro bicho. Si lo veo a tiempo lo hubiera tirado a pesar de estar en Casa Dios, ya que era una autentica y genuina cabrilla. ¡Pues nada, a crecer, amigo mío, si no te matan antes!, le dije como si me pudiera oír.

A pesar de todo, los ánimos no decayeron ni un ápice, pues estaban por batir todas aquellas solanas y yo no perdía de vista mi objetivo inicial: Los marranos, pero para que nos dieran cara las rehalas aún faltaba un buen rato.

Donde sí se había montado la zapatiesta era por la umbría de La Mula, ya que como las jaurías soltaron arriba de La Longaniza, loma que teníamos a la espalda, enseguida dieron con las cervunas y a los pocos minutos ya había perros repartidos por todos lados, organizándose un zafarrancho de ladras que nos tuvo en vilo media montería. Muchas fueron las ciervas que nos cumplieron por detrás con el consiguiente sobresalto al no verlas hasta tenerlas encima y poder ser res de tiro cualquiera de aquellos arrollones. Tuve que abrir la botella de tinto y darle un par de largos buches para que mi corazón recuperara su ritmo normal, bueno, más o menos, porque no creo que en ningún momento bajara de las 90 pulsaciones.

A eso de las 13.30 ya sentí las voces de los perreros asomando por Las Amoladeras y me extrañé, no poco, de no haber visto perros adelantados. Aquello solo podía significar una cosa: ¡La solana de mis esperanzas estaba más tiesa que la varilla de un cohete!, cosa que se confirmó a ver ya las rehalas como rebaños de ovejas, pegados los perros a los zahones de los perreros por más que fueran excelentes recovas y los perreros animaran a sus canes a batir el monte en condiciones a base de las típicas voces de ánimo que se dan cuando tal se busca.

El caso es que, como con toda la razón los monteros jamás perdemos las esperanzas, y que todo lo que faltaba enfrente sobraba en los frescores de la umbría de atrás, nunca dejé de estar más que pendiente de cualquier bicho que se moviera. Quizás por eso…

-Niños, mirad, el venao bueno. Un poco por debajo del que vio Manuel. Está parado entre el monte, los puse sobre aviso.

-No lo veo, dijeron los dos al unisonó.

-A ver si se menea, que tiene que dar la cara porque viene vuelto de los perros. De todas maneras como lo claree lo más mínimo lo tiro, de modo que estad atentos a donde os digo.

Con las mismas me eché el checo a la cara y apunté a donde sabía que andaba el bicho y lo vi al momento, casi tapado por el jaral pero con la cabeza bien visible.

Esperé en vano a que se destapara aunque fuera un poco, mas todo lo que aprecié fue que el venado estaba con la mosca detrás de la oreja y en cualquier momento podía pegar el tornillazo y si te vi no me acuerdo, de modo que tomé la decisión de tirarlo tal y como estaba.

-Atentos, chavales, que lo voy a tirar, les advertí.

Me apontoqué con firmeza, apoyé los codos en las rodillas tal y como me gusta hacer, monté el pelo y le busqué el codillo entre las jaras. ¡Demonios, se me mueve la cruz como si fuera una veleta!, noté, y corriendo el riesgo de que se volviera me tomé el tiempo necesario para encender un cigarro, darle un par de caladas, respirar hondo y volver a tomar puntería. Aunque la cruceta no dejaba de moverse por tener los 9 aumentos calados al estar el venado a unos 200 m, puse el dedo en el gatillo y dejé que me sorprendiera el tiro: El efecto fue fulminante y el venado se desplomó sin mover siquiera el monte. ¡Dios mío, como mata el .270 cuando se tira largo! De cerca los cose, pero como estén lejos…

-¿Lo habéis visto caer?, pregunté.

-Yo no he visto nada, me respondió Batito.

-¿Y tú, Manuel?, le inquirí porque lo vi mirando muy fijo al pecho donde había tirado.

-No lo he visto. Pero si he visto una cosa muy rara, me dijo encogiéndose de hombros.

-¿Qué cosa rara?

-Pues como una nubecilla de polvo, pero lo raro es que no ha salido del suelo sino de las matas que hay por debajo de los arbolitos aquellos, contestó. El chavalín no reconocía a esa distancia la clase de árbol que estaba viendo.

-Pues ahí está el venado y lo que has visto es porque a veces, al entrarle la bala, le salta polvo y pelo, y si hace mucho frio incluso vapor, pero es raro que lo hayas visto en un cervuno y tan lejos. ¿Sabéis qué? En los cochinos es frecuentísimo, porque si se han revolcado en una baña se les seca el barro en las cerdas y el balazo forma a veces un auténtico polverío, les conté para que fueran aprendiendo cosillas. Os contaré una anécdota:

-Estábamos echando un manchón a conejos en Las Mesas hace muchos años, cuando de improviso levantaron los perros toda una piara de marranos que, algo raro, se desperdigaron. A mí me entró un navajerillo a cosa de veinte metros y a todo correr. Como es lógico no me dio tiempo a cambiar munición por balas, aunque siempre llevaba 5 en la canana, he hice algo que ahora no haría. Le pegué 3 tiros de perdigón del 6, y a cada castañazo le saltaban del escudo unas nubes de polvo increíbles. Por supuesto se fue tal y como llegó, pero, y por eso digo que ahora no lo tiraría, ¿Y si lo dejo tuerto? Recordad: ¡Con munición y a las reses solo si se les ve el blanco de los ojos!

-¿Cómo que el blanco de los ojos?, pregunto Álvaro que no entendió la expresión.

-Que las tengas tan cerca que hasta se lo veas, hombre. Vamos, a no más de diez pasos según mi experiencia. Más lejos es gana de desgraciar un bicho para nada.

A muchos les parecerá una chorrada, pero a mí me gusta mucho contarles batallitas a los chavales. ¿Qué manera hay mejor para que aprendan?

Pero volvamos a la montería que nos ocupa.

Por increíble que me pareciera no volvimos a ver ni una res más, solo ciervas, y eso que los perros volvieron a echar todo de segundas pues se monteaba al tope y volver, y cuando ya sentí las caracolas le dije a Batito:

-Te toca, hombretón. Toma la tablilla y a gatear, que yo te iré guiando desde aquí. Coge la bolsa amarilla de los bocatas y márcalo bien a la vista, aunque te tengas que separar un poco del venado.

A pesar de lo lejos, empinado y enmontado que estaba el bicho, se plantó en el lugar de autos en un santiamén - ¡Lo que es la edad! - y marcó más que convenientemente la res.

El venado resulto digno de estar aquí, en casa, y con eso está dicho casi todo. Curiosamente no tiene las dos palmas - solo 3 y 4 puntas por corona - pero tiene unos candiles tan largos, uno con dos puntas, y situados tan altos en la vara, que cualquiera que lo viera en el campo juraría y perjuraría que lucía dos hermosísimas coronas. Con todo, Horacio se emperró en que no cumplía la norma, pero yo le contesté:

-¡Tírate de la moto!

viernes, 8 de junio de 2018

¡A LA SEGUNDA FUE LA VENCIDA! Por fin una presentación dignísima.




¡¡Por fin, el pasado 31 de mayo presentamos mi libro de manera espléndida... y sin tener que recurrir al servicio de bomberos para que echara una mano y nos ayudara a salir de Coso de Los Califas!! ¡Ni una gota cayó!

Fue espléndida por el patrocinio de ADEVIDA; por el marco incomparable del salón de Los Sentidos del Real Circulo de la amistad, por la calidad humana y profesional de presentador, Fernando García Echegoyen; por el cariño con que habló Anabel; por mi hermano y mi hija, allí conmigo; por el increíble nivel de los amigos monteros que quisieron acompañar a "Desde el 2 de Los Caserones" y a este, su modesto autor, a dar un paso mas en la historia de la literatura cinegética española.....y también fue esplendida la copa que nos tomamos en el extraordinario patio del Círculo en animada charla y buena compaña.

 Que a mis años haya merecido dos cuadros, uno de mi hijo y otro de Manolo Ruiz Maya, es increíble


Queridos compañeros: ¡Os puedo asegurar que con los allí presentes y los perros de los muchos rehaleros concurrentes, podríamos haber batido, con toda garantía, una mancha de regulares proporciones!

Si digo que fui feliz y me sentí orgulloso, me quedo corto. Para dejar recuerdo del acto, como nos ha sucedido en numerosas monterías, algunas en mis propios puestos, estuvo Juande Bonilla con su cámara. Ved sin miedo el rato de filmación pues el montaje es antológico y mezcla lo sucedido formalmente ese día con divertidos lances de montería.
Sin dilación os dejó la grabación y espero que os guste.



                    Más que nunca, recibid todos mi más cariñoso abrazo.

                                                         Lolo Mialdea

                                       





sábado, 2 de junio de 2018

Un venado chicuelo en un lande difícil


Amigos de mi Blog:

Poco a poco, pues aún quedan un par de acontecimientos que no podré soslayar, vamos a ir regresando a lo que siempre ha sido El Blog de Lolo Mialdea: Un sitio donde divertirse leyendo relatos de caza o emitiendo opiniones más o menos discutibles....¡Pero siempre sobre la CAZA!

En esta ocasión os dejo lo que en el mes de mayo pasado me publicó la revista CAZA MAYOR. Pero tengo que explicarme muy rápidamente sobre un par de cuestiones:

En primer lugar he de decir que hace unos 4 meses, cuando mi amigo José María García, director del tema caza en el GRUPO V, leyó mi libro, me pidió que le mandara 4 capítulos a boleo para publicarlos. Como el libro tiene 118 no me pareció mala idea y se los envié. Eso significa que a vuestros efectos no son otra cosa que uno más de tantos artículos míos que habéis leído, pero que realmente no lo son, si no parte de cuerpo de "Desde el 2 de Los Caserones".

Por último advertiros que colgaré el texto en dos formatos: Primero tal y como se publicó en la revista, con sus fotos y demás maquetación, pero como a algunos les puede resultar complicado leer ahí dado el tamaño máximo que le puedo dar a las páginas en el blog, sobre todo a los que solo utilizáis el móvil para acceder, al final añadiré el texto negro sobre blanco, no como está en el libro, pero sí muy parecido. Sé que se me sale de márgenes pero veréis, se me da mejor el rifle y escribir que la maldita informática. ¡Menos da una piedra! Obviamente os recomiendo la primera opción, pero os doy las dos.

Y dicho esto vamos al lío.

Recibid un cordial abrazo de vuestro compañero Lolo Mialdea




Capítulo 40

La Aljabara de Spínola. 17-12-1988

Por aquellos días yo trabajaba en Marbella, y como a mi jefe, P. P., también le gustaba montear, que lo invitábamos desde el principio a Las Mesas, por pura lógica me lo llevé al paso. 

De los muchos años en que he monteado La Aljabara, me tocó el mejor puesto de mi vida sobre el papel: El 4 de los Azores. El caso es que entre que monteaba menos por mi trabajo y las altísimas posibilidades de tirar 6 u 8 venados, estaba nervioso desde que supe a donde iba a parar, y eso que permitiría tirar a P. en primer lugar.

Recuerdo que Migue Prieto, en la junta, me dijo:

-El año pasado el que estuvo ahí tiró 12 venados y solo cobró 4. Lo sé porque yo estaba a su lado, y de los 7 que cobré, 4 fueron pantalones al compañero. ¡De esos quiero yo muchos a mi lado!

Se me vienen a la cabeza, aunque sea salirme del guion y quizás hubieran merecido capitulitos aparte, lo que nos pasó en La Nava el 23 de Octubre, pero como tantos otros no lo consideré de demasiada enjundia en un principio, pero como no soy un río, me vuelvo atrás: 

Nos entró un venado por los llanos de La Loma y lo tiró P. Anduvo unos pasos y luego cayó. Un tiro de corazón, pensé. Sin embargo, cuando fui a marcarlo al cabo de un par de horas, se me levantó y lo tuve que rematar al estilo conejero, al sartenazo. Tenía un tiro de barriga, y resultó incomprensible su proceder y lo que duró vivo. He aquí otro ejemplo de las ventajas, obligación diría, de llevar siempre el rifle colgando del hombro.

Hablando de P., contaré una anécdota - más bien una pesada broma - que le gastaron en Las Mesas cuando ni siquiera era novio:

Apenas sería la segunda o tercera montería de su vida y lo habíamos colocado en el paso de por debajo de la Vegeta de Gato, ya en el río.

A su lado tenía a un veteranísimo Pepín Molina, a la sazón arrendatario de la lindera Porrá, y por tanto conocedor de que Josefo, el dueño de la finca, tenía numerosísimos cochinos caseros a la montanera. Por supuesto nosotros habíamos avisado de la celebración de nuestra montería a todos los linderos para que retiraran el ganado casero y que los perros no mataran algún bicho, entre otros a Pepín, de modo que cuando le entró toda una piara de cochinos ibéricos puros, urdió la siguiente chanza:

Primero les dio careo hacia el puesto de P., y cuando ya los tenía encaminados. Les soltó un par de tiros de rifle a sus espaldas para que le entraran ligueritos, a la vez que le gritaba:

-¡Los cochinos, P., los cochinos. Ahí los llevas derechos!

Nuestro protagonista les quemó las cinco balas de la repetidora que llevaba y afortunadamente no les rozó un pelo a pesar de que le entraron a huevo.

La que le liaron al pobre en la casa cuando Pepe contó lo que había pasado, es de las que hacen época. El puñetero decía:

-¡Pero si le entraron gruñendo y to!

Basta imaginarlo para partirse de risa.

Pero volvamos a La Aljabara y regresemos a la situación de ansiedad que me producía tan buen paso y que le había trasmitido a Paco.

Lo cierto es que el temporal quedó en aguacero, y aunque el puesto cumplió, no colmó nuestras expectativas ni con mucho.

Cuando lo normal era que empezáramos a pegar tiros nada más ponernos, sobre todo a los venados que espantaran las traviesas que se ponen en los llanos que teníamos a las espaldas y que buscaran refugio en la mancha grande, sucedió que pasó el rato, llegó la suelta y solo después de un rato avisó Isa:

-Ahí viene un venao de soniche, de cara, entre los matagallos.

-Ya lo veo. P., tíralo cuando se te tercie, que está parado decidiendo hacia donde rompe. O se faldea en la lomilla de enfrente o entra franco al limpio y en los dos casos lo vas a tirar bien, que el aire lo tenemos bueno, le expliqué a mi jefe.

Optó el bicho por la primera operación y fue lo peor que hizo, pues creyéndose protegido por el monte entró andandito, y cuando estuvo a unos 50 metros, le susurré a Paco:

-Cuando quieras y apunta tranquilo.

Lo mató fenomenalmente de un tiro de paletas.

-Debuten, Morgan, Bien tirado, le felicité. 

Hay que entender que eran muy poquitas las reses que llevaba cobradas en su vida.

-¡Gracias!, qué alivio, contestó.

Su entonces novia, MR, se emocionó una barbaridad y no paraba de soltarle piropos.

-Venga, se acabó la fiesta, que es el momento propicio. Ahora quietecitos y silencio, los amonesté riendo. 

Fue pasando el tiempo y allí no entraban más que ciervas, mientras a nuestro alrededor sonaban tiros a mansalva, y es que cuando es que no, es que no. Solo al final…

Estábamos guardando ya lo más superfluo cuando entró otro venado a toda castaña y por la izquierda del primero. Tengo para mí que el animal llegó tranquilo, y que cuando quiso darse cuenta estaba viéndonos y arrancó a correr sin que nosotros nos hubiéramos ni enterado. El caso es que se iba volando.

-¡Tira, tira, P.!, lo apremié mientras yo también me preparaba, pero esperó demasiado y cuando lo hizo, ya de culo, lo falló, y a mí no me dio tiempo a secundarlo, pero…, si me rebajaba un poquillo como para ver un regajo bastante limpio que estaba al fondo del tiradero, a lo mejor lo podía ver. Dicho y hecho.

Apunté al claro aquel y esperé por si daba la cara, y de pronto saltó el carril por lo más angosto y algo más cerca de lo que lo esperaba. Le corregí como pude y le dejé ir un balazo que lo dejó fulminado.

-Ozú, exclamé incrédulo. Había sido un tiro muy bueno, medio de potra.

-¿Pero ha caído?, me preguntó Isa extrañada.

-Vaya que sí, lo que pasa es que se ha quedado tapado para vosotros. Y es que yo apenas me había movido unos 3 metros, lo justo para haberlo podido tirar.

Bajaron entonces y ya lo vieron, y Paco dijo sincero:

-Lolo, si no lo veo no lo creo

Diré para terminar que el venado era chicuelo, pero la dificultad del lance, lo bueno del tiro y lo bien que jugué mis cartas, hacen que no se me olvide aquel momento. Francamente, uno de los mejores tiros de mi vida, y no soy nada dado a auto complacerme.

Y es que has de saber moverte en el puesto - mejorarte, se le ha llamado toda la vida - sin ponerte ni poner a nadie en peligro. Es fundamental en grado sumo, hasta tal punto de que solo dos pasos te harán matar mucha cacería, pero no es algo que se pueda explicar, pues solo lo da la experiencia y el conocimiento de las corridas y tendencias de las reses en función de muchas variables, y no pienso meterme en semejante berenjenal, pues podría terminar liado hasta yo, más ojo, esto nada tiene que ver con moverse del paso. Como aquel que dice, es como no salir de la sombra de un chaparro

PD: Un mes más tarde y en el manchón de la misma finca, me picó una bala sin que se disparara cuando tenía un cochino para asesinarlo. Fue la única vez en mi vida que tal cosa me ha pasado. Encasquillarse o romperse el rifle sí, pero picarme la bala…nunca, y eso que era una RWS.

PD2: Como ahora estoy repasando lo escrito, he de añadir que en dos mil diecimuchos, me volvió a pasar con el FN en Cámaras Altas, y que me costó volver un venado al recargar y que luego no fuese capaz de matarlo, y era una Winchester Supreme, que eso no se olvida. Ahí está mi amigo Félix Sánchez que puede dar fe de ello.